El surfing de invierno

Las nubes oscuras no me alentaban a ir al agua, tampoco las olas...


Las nubes oscuras no me alentaban a ir al agua, tampoco las olas.

Yo estaba en el Desplayado de La Pedrera… En el camino me acordaba de la película de Manolo Nieto, La Perrera, que pinta a las claras cómo es La Pedrera en invierno.

Me sentí un nuevo protagonista en la película, en ese paisaje bucólico a tope, yo era una pieza más del bajón, de la depresión: Solo en el agua, un mar con pocas olas, en el frío y crudo del invierno uruguayo.

Nadie en ningún lado.

Tomé un par de olitas y mi caminar por la playa fue más glorioso que la sesión de surf… Esa sensación linda de cuando se sale del agua pero con el plus de que era ahí, donde tía Zulema.

Nada había en ningún lado. Miraba las lujosas casas que ven al mar, intentando encontrar señales de vida, pero nada había. Me decía. “¿Cómo puede ser que inviertas tanto en esa casa para no usarla?”.

El mismo pueblo que en verano te cobra 15.000 dólares la quincena de alquiler en enero, no era más que un páramo.

Me duché en la manguera que está ahí en la salida del Desplayado.

Todo estaba quieto en La Pedrera.

A nadie le importó mi ducha, ni mi sesión de surfing…

Las nubes no dejaban ver al sol poniéndose en La Pedrera.

No pasaba nada.

Y me fui y mi presencia no fue más que una ausencia.

Y ahí está La Pedrera. Solita, hermosa y perfecta.

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