El Canelón
En vistas de la demolición esta semana del puesto policíaco ahí ubicado, el texto recuerda maliciosas prácticas que ahí ejecutaban
Por Rodrigo Caballero
Nota del Editor: Esta semana, fue demolido el emblemático puesto de Policía de El Canelón. Ubicado en la Ruta 9 que conecta Montevideo con Rocha, una de las zonas más ricas de olas del Uruguay. En ese lugar, entre mediados de los noventas y comienzos del 2000, se paraba a los autos con tablas en el techo en busca de una coima o algo de marihuana. Cuentan las leyendas que uno de sus oficiales era un fanático consumidor de marihuana.
Es parte de la historia pasada del país pues ahora el puesto no existe más y ya es legal la venta de marihuana para uso recreativo. El texto que sigue fue publicado por Caballero en Surfing Uruguay un par de décadas atrás.
Lloviznaba. Por eso Denis propuso llevar las tablas de surfing adentro del auto. No quería que se le mojara la funda, tan vieja y deteriorada que ni bien chupaba unas pocas gotas de humedad, empezaba a heder como un perro muerto.
- Sí, mejor –apoyó Nodríguez- además así no nos rompen los huevos en el Canelón.
- ¿Están parando? –Preguntó Ronzález.
- Siempre te paran estos putos –dijo Nodríguez-, más si te ven con las tablas en el techo.
- Tendrían que legalizar y dejarse de joder –aportó Ronzález.
Mientras tanto, Denis intentaba meter la última tabla adentro de la Paratí naftera que, un mes atrás, había permutado por su viejo Gol diesel. Trató con las quillas hacia el techo y luego hacia abajo. Probó con la punta hacia adelante y hacia atrás. Pero no había caso. Entonces sacó todas las tablas y los bolsos para hacer un último intento, comenzando desde cero. Fue en vano. Si querían llevar las tablas adentro, alguien debía irse en bondi. Así que volvieron a sacar todas las porquerías bajo la lluvia fina de la noche y se resignaron a atar las tablas en el techo.
- No sólo me voy a tener que aguantar a los milicos revisándonos el auto de arriba a abajo, sino que además me voy a fumar la baranda de la funda de este hijo de mil putas toda la noche en la cabaña –se quejó Tarzán, que hasta el momento había estado callado, con la atención dispuesta en preparar, en el áipod, un playlist para el camino.
Tarzán tuvo que interrumpir por un momento la tarea y dejó el aparatito sobre el asiento de atrás de la camioneta. Se estiró hacia adelante todo lo que pudo y comenzó a presionar con la uña del dedo índice sobre la yema del pulgar. Cuando liberó la presión, el dedo salió disparado como un proyectil y fue a estrellarse de lleno contra el lóbulo de la oreja de Denis, que hundió la cabeza entre los hombros y arrugó el rostro en inequívoco gesto de dolor. Bastó un segundo para que todo el pabellón auditivo de Denis cobrara una coloración rojo incandescente, como si hubiera sido encendido por un mecanismo eléctrico o a pilas.
Lloviznaba. Pero el viento había parado casi por completo y el pronóstico anunciaba sol y buenas olas para el día siguiente. Como era jueves, la ruta estaba despejada, así que si no surgía ninguna complicación, llegarían a La Gaviota a tiempo para prender el fuego y tirar en la parrilla el vacío que había traído Tarzán. También llevaban unos chorizos y algunas cervezas.
- A las 11 estamos durmiendo con la panza llena –dijo Nodríguez, que cebaba mate desde el asiento del acompañante.
- Una birra, un chori… -enumeró Ronzález, con exagerada expresión de placer.
Denis miró por el espejo retrovisor a Ronzález, que iba sentado detrás suyo, le guiñó un ojo y frunció los labios. Luego soltó una mano del volante y con ella se agarró los genitales por encima del pantalón.
- ¿Chori querés? –dijo- Yo te voy a dar chori a vos.
Sigan jodiendo –intercedió Tarzán-, sigan jodiendo ustedes, manga de pelotudos, que ahora nos paran en el Canelón y a la mierda chistes, a la mierda asado, a la mierda todo. Nos demoran buscándonos porro y terminamos llegando a La Paloma a las tres de la mañana.
- No seas paranoico. Hoy en día no pasa nada –aseguró Nodríguez, mientras buscaba, en el áipod de su amigo, un disco de Marley-. El faso ni siquiera está penalizado. Olvidate Tarzán y escuchá ésto –dijo, presionando el botón de play.
Mick Jagger dejó de cantar abruptamente y Richards de tocar la viola de cinco cuerdas. En su lugar, la voz del negro más famoso de Jamaica llenó la Paratí con Jamming.
- Jamming in the name of the Lord, man –dijo Nodríguez, con pésima pronunciación. Y agregó: -Abrí la máind, ¡papá! Emancipate de los esclavos mentales, querido, ¡tan sólo tú mismo podrás liberar tu temén!
Tarzán lo miró con lástima. Le pasó el brazo por encima del hombro y le aconsejó que no se dejara dormir con cuentos de hadas.
- Papá Noel no existe, Nodri. Y que la marihuana sea legal o no, poco me afecta. Lo que me preocupa es cuán ilegales sean los milicos.
Denis bajó un poco la música para integrarse a la conversación.
- ¿Qué decís, Mono? –Le preguntó a Tarzán, a quien también
llamaban con ese apodo. Tarzán se inclinó un poco hacia adelante para que pudieran escucharlo los tres amigos, y empezó a decir algo que nadie entendió pues Nodríguez habló más fuerte:
- Es un paranoico este pibe –señaló-, el porro no está penalizado. Salió en todos los diarios, viejo. No te pueden llevar preso por andar con un par de cuetes encima.
- No te pueden llevar preso –convino Tarzán- pero si te cazan con un fasito, aunque sea el más chico del mundo, te pueden llevar detenido a la comisaría para que digas dónde lo conseguiste. Porque el suministro sí está penado.
- Es verdad –apoyó Ronzález-. A mi primo lo cazaron con una
puntita de mierda en Piriápolis y lo tuvieron toda la noche detenido.
Llegó a la casa a las once de la mañana. A mi tía casi le viene un
ataque. Pensó que se había matado con la moto.
- ¡Claro! –Aportó Denis.- Porque estos hijos de siete mil putas te tienen incomunicado para que no avises a tus compinches que descarten la droga.
Ronzález soltó una carcajada y dijo:
- “Mamá, voy a llegar tarde” quiere decir, en código traficante: “aborten la operación Maradona. Tiren los 700 kilos de cocaína por el water y rajen muchachos. Me capturaron con un cigarrito de marihuana y seguro ahora no puedo aguantar la presión que me van a meter y no me va a quedar otra que decir dónde tenemos el aguantadero con toda la papa, Sori, sori”.
Todos se cagaron violentamente de la risa.
- Qué hijos de puta estos milicos corruptos –sentenció Ronzález.
- Unas ratas –agregó Denis.
- La última mierda de la Tierra –aportó Nodríguez.
Tarzán bajó un poco la ventana y prendió un cigarrillo. Dio una larga pitada y echó las volutas hacia la oscuridad de la noche. Las nubes habían quedado atrás y en su lugar surgieron todas las estrellas que siempre aparecen en el cielo despejado de mediados de diciembre. Dio otra pitada profunda y, antes que Nodríguez pudiera subir nuevamente el volumen de la radio, aseguró:
- Son más hijos de puta de lo que parecen. Obviamente saben que sólo sos un flaco que tiene un faso para fumar y no una pieza de un engranaje de narcos internacionales. Pero también saben que, por procedimiento, pueden dejarte incomunicado toda la noche. Incluso te pueden mandar al juez.
- Y el juez puede entender que precisás ayuda médica para curarte de tu terrible adicción, agarrarte del forro del culo y meterte en el Vilardebó –completó Denis.
- Claro, saben que pueden hacerte todas esas maldades y cagarte bien la vida. Te dejan pegado con tu familia, con tu laburo… te arruinan –continuó el Mono-. Saben que lo pueden hacer y que vos no estás ni ahí en que lo hagan. Entonces…
Entonces pelás la billetera –interrumpió Ronzález- y los atendés generosamente con todo lo que tenés adentro.
- Se sabe.
Denis hizo sonar la bombilla del mate que estaba tomando y cuando hubo terminado el agua de su interior, se lo devolvió al amigo. Bajó la ventanilla y escupió hacia afuera. Volvió a subirla y dijo, mirando a los ojos del Mono por el espejo retrovisor:
- Los milicos nada más aprovechan la situación, como rateritos oportunistas, para sacarte un billete y redondearse un sueldo que les dé para llegar a fin de mes.
Nodríguez asintió con la cabeza y alertó:
- Y ojo, porque no sólo buscan la guita. También tienen que justificar el salario que cobran. Quiero decir: Llega fin de mes y tienen que mostrarle a sus superiores que hicieron algo, que laburaron…
- Llenar planilla… -aportó Tarzán.
- Claro, viejo. ¿Y cuál es la manera más fácil de llenar planilla?
- Cazar boludos con un fasito.
- ¡Esato querido, esato! Es fácil, no corren riesgos y justifican su laburo.
- Eh Comisario, mire todos los drogaos que agarré este mes, mire.
- Claro, se pasan el día entero rascándose los quimbos hasta que llega fin mes…
- …Y ahí preparate porque salen como perros rabiosos a buscar giles para llenar formularios.
Tarzán se sacó los championes y empezó a rascarse la planta de los pies. Mientras lo hacía, señaló:
- Peor que todos los milicos son los políticos. Ellos son
quienes deberían cambiar las reglas del juego para que los policías no puedan tener las herramientas que tienen para afanarte. Si el faso fuera legal, no te podrían meter toda esa presión. Pero claro, ningún político se metería en el problema de legalizarlo. Prefieren que el problema lo tengas vos.
- ¿Cómo es éso? –Preguntó Nodríguez.
- Pensá lo siguiente, Nodri –sugirió Denis, que había entendido a dónde apuntaba la idea de Tarzán y se tuvo fe para explicarla-: El ochenta y pico por ciento de la droga que se confisca, es marihuana. Si vos la legalizás, va a haber un ochenta y pico por ciento del personal encargado de combatirla, que va a quedar al pedo. Eso son miles de milicos, investigadores, jerarcas acomodados, ñoquis, limpiadoras, cantineros, choferes y demás personal que conforman el aparataje de combate a la droga –Denis pronunció estas últimas palabras con una mezcla de desprecio e ironía-, son cientos de personas que quedan en la calle. Sin laburo.
- Pah… -se lamentó Nodríguez desde el asiento de atrás- estarías largando a la calle, sin laburo, a unos tigres de mucho cuidado.
- Y sí, bo, estamos hablando de flacos que tienen contactos con las dos puntas: Con trafiquetas y con milicos. En dos minutos tenés una red de narcotráfico armada que me cago en Pablito.
- En Ecuador surfié una ola que, desde el pico, se veía una casa con helipuerto que era donde aterrizaba Pablo Escobar. Decía la gente de la vuelta que eI tipo iba siempre para ahí a descansar. –Dijo Ronzález.
Tarzán tiró el pucho por la ventana y retomó el tema anterior:
- Y siguiendo tu razonamiento se puede decir que la Brigada de Narcóticos va a recibir un ochenta por ciento menos del presupuesto. Si le daban 1 millón al mes para combatir la droga, ahora le van a dar 200 mil.
- Claro, no agarran viaje ni de pedo.
- Ni de pedo. Porque la meta de los que manejan le país no es el bienestar de la población, sino la que todos ya sabemos. Y no importa el partido ni el color. Si dedicaste tu vida a saludar y sonreírle a la mayor cantidad de gente que se te cruzó en el camino, es porque tenés vocación de pierrot –dijo Tarzán. Y prosiguió, cebado:
- Además, qué mierda hacen con todos esos tipos sin laburo.
- ¿Cómo qué hacen, papanatas? –Intervino Denis- ¿No ves los noticieros vos? ¿No sabés los problemas de inseguridad que hay en la lleca, de falta de personal policial y copamientos,
superpoblación en las cárceles y la gran puta? Que pongan a esos milicos a laburar en algo que sea útil. ¿O vos querés que la guita que te sacan con los impuestos la destinen a pagarle el sueldo a un hijo de puta que lo único que hace es agarrar adolescentes con un porrito?
- Andá y explicáselo a ellos no a mí –se defendió Nodríguez, a quien Denis miraba por el rabillo del ojo mientras hablaba.- Yo estoy cien por ciento contigo.
Ronzález se rascó la cabeza y dijo:
- No la legalizan ni a palos. Y no sólo por eso que decís. Sino porque para qué mierda la van a legalizar. Si no les aporta nada. Primero, tenemos un presidente que vetó la ley de reproducción por un tema de dogmatismo religioso, convicciones personales…
Si, pero pará –interrumpió Tarzán- muy católico muy religioso, pero su combate al cigarrillo fue aumentarle los impuestos. Y no hizo nada contra los comerciales en la tele que te incitan a ir a la ruleta y a las maquinitas de Maroñas. Tampoco hizo nada contra la publicidad que fomenta el consumo de alcohol.
- Ahí quería llegar –aclaró Ronzález-, ese es el punto. Maroñas, el whisky y los cigarros, son una fuente de recaudación impositiva del carajo. Y al presi se le va el catolicismo a la reconcha negra de su madre ante la posibilidad de recaudar más.
- Feo –sentenció Tarzán.
- Feo –aprobó Ronzález- Pero el asunto es que al faso no le podés cargar impuestos. Porque nadie va a ir al quiosco a comprar un paquete de porro. Lo plantás en tu casa.
- Y cambiás las semillas con tus amigos y eso… -dijo Nodríguez.
- Claro, boludo. En cambio el whisky no te lo podés preparar en tu casa porque te queda una cagada. Una bosta te sale. Lo tenés que comprar en la vinería y pagarlo una fortuna por la cantidad de impuestos que tiene. ¿O por qué te pensás que el whisky se compra en el free shop? Bueno, lo mismo los puchos. El tabaco precisa un proceso muy complicado para que llegue de la planta a la hojilla, ¿sacás? No lo podés hacer en tu casa.
Ronzález interrumpió la conversación para señalar unos conos iluminados que se veían a través del parabrisas, en medio de la carretera.
- El Canelón –anunció Nodríguez.
- Están parando –se lamentó Ronzález.
Denis empezó a bajar la velocidad y todos vieron como tres siluetas salían a ruta y caminaban rumbo a los conos. Una de ellas comenzó a hacer señales con una linterna, indicando que el coche debía detenerse.
Cuando el auto frenó por completo, Denis bajó la ventanilla para escuchar al policía que se había ubicado a centímetros del vidrio.
- Buenas noches –dijo el de uniforme- ¿hacia dónde se dirigen?
- Buenas noches. Vamos a La Paloma.
- ¿Qué van a hacer?
- Surf.
El policía torció la boca e invadió el interior del vehículo con una mirada despectiva. Luego dijo:
Les voy a pedir que bajen del vehículo para hacer una revisión de rutina.
- Quisiéramos llegar temprano a La Paloma, oficial… -explicó Denis-. Mañana nos pensamos levantar al amanecer para ir a correr olas.
- No soy oficial, soy agente. Y le pido que baje del vehículo por favor. ¿O está escondiendo algo?
- Nada –dijo Denis y se todos descendieron del auto.
Con los cuatro amigos parados en la ruta, bajo las estrellas del departamento de Rocha, los tres policías, linterna en mano, revolvieron el auto a su antojo. Abrieron la gaveta y los ceniceros. Revisaron la caja de cigarrillos que había en el piso. Levantaron las alfombras. Metieron las manos por debajo de los tapizados. Volcaron la bolsa con basura. Luego revisaron a cada uno de los amigos. Los obligaron a sacarse los zapatos y las medias. A vaciar los bolsillos. Pero no encontraron lo que buscaban.
Entonces, uno de los policías, un hombre de unos cincuenta años, gordo, con barba de varios días y cara de cansado, se acomodó los pantalones caídos y se dirigió a Nodríguez, que se veía más nervioso que sus amigos.
Con tono cómplice, le dijo:
- ¿Dónde tenés esa punta? Decime dónde está y se termina el problema. La dejan acá y se van.
Con una zancada firme, Denis se metió entre medio de Nodríguez y el uniformado y espetó, con un tono que no era de broma:
- ¿Punta? ¿De qué punta me habla? ¿Un cuchillo está buscando?
- No se haga el gracioso –dijo el policía- sabe qué es lo que estamos buscando.
- No sé lo que es una punta –contra atacó Denis- no manejo ese lenguaje.
El gordo volvió al auto y le dijo algo a sus compañeros. Volvieron todos juntos y ordenaron:
- Abran los bolsos.
Los cuatro amigos sacaron los bolsos del baúl del auto y los apoyaron sobre el pavimento, todavía húmedo por la lluvia que había caído antes.
Justo en ese momento, un Fusca de color celeste pasó por allí. Tenía las faros frontales apagados y apenas llevaba una de las luces traseras encendida. Sonó la bocina del Fusca dos veces y los tres policías levantaron el brazo en señal de saludo.
- Nos paran a nosotros que venimos de turistas, con todo en regla, y a ése que viene sin luces por la carretera ¿no le dicen nada?
- Ese es de Rocha –dijo el gordo por toda respuesta.
- Y yo soy de Montevideo. ¿Cuál es la diferencia?
- ¿Nos van a decir dónde está la droga o nos van a tener
revolviéndoles el auto toda la noche.
- Nosotros ya no tenemos apuro –dijo Tarzán.
- Si se quieren ir rápido, digan dónde la tienen.
- Mi amigo le dijo que no teníamos apuro.
Los tres policías se miraron un segundo. A sus pies, los cuatro bolsos eran un caos de ropa y trajes de neopreno y toallas y parafina y raspadores y leashes. Todo desordenado por las manos ávidas de los policías. Durante algunos segundos que parecieron horas, nadie habló.
Finalmente, cuando el aire parecía que se solidificaba como una crema que se lleva al freezer, el gordo sustituyó la severa expresión de su rostro por una sonrisa de rochano humilde y bonachón. Pidió que trataran de entenderlo, que la cosa está brava con la droga, gurises, que se viene el verano y hay que prevenir, que hay mucha gente enganchada con la pasta base y que la pasta base lleva a los robos y que los turistas no quieren robos y que para Rocha el turismo es fundamental…
Es diciembre, se vienen las fiestas y querés recaudar pa la sidra y el lechón, gordo hijo de siete mil putas, pensó Nodríguez. Casualmente era lo mismo que estaba pensando Ronzález, Denis y Tarzán.
- No se preocupe, agente –dijo Ronzález, mientras por dentro, los cuatro amigos disfrutaban el juego de palabras: “a” es prefijo negativo- entendemos perfectamente la situación.
- Pueden irse, gurises, que esté picado, bueno pa las olas mañana.
- Gracias, agente. Buenas noches.
Los amigos pusieron los bolsos en el auto y siguieron viaje.
- Les dije, bo –señaló Tarzán- les dije que nos iban a parar estos putos.
- No te preocupés, cabezón. Relajate. Tomá, prendete éste y dejate de rezongar, pedazo de maraca.
- ¡¡Ooooopaaaa!! –Gritó Tarzán al ver el porro tamaño Marley que le extendía su amigo- ¿Dónde lo tenías, hijo de puta?
- Ni en pedo te digo. Mañana te hacés milico y me quemás el canuto.
- Tarzán sacó el encendedor del bolsillo del pantalón, arrimó la llama a la punta más gruesa del faso y se llenó los pulmones de humo.
Los cuatro amigos siguieron viaje rumbo a La Paloma, cantando, riendo y haciendo comentarios soeces sobre los dos policías que habían quedado atrás, en el Canelón, esperando algún otro auto con surfistas.
Notas Relacionadas:
Este video te da náuseas
noviembre 2, 2020
Nic Von Rupp y una de las sesiones más increíbles de la historia en Nazaré
Cuando tu papá te hace una piscina de olas en la que te metes tubos parado
septiembre 11, 2019
Jay Occhilupo disfruta de los beneficios de ser el hijo de Occy en la piscina de Mad Max
Tubos Surf School te lleva al Quik Pro France
septiembre 11, 2019
Un viaje para mejorar la técnica, surfear en los perfectos beach breaks franceses y ver el mejor surfing del mundo
Mason Ho con otro de esos videos que te hace fruncir el ceño
mayo 26, 2020