El fenómeno Glassy Waves con su fundador, Mauro de la Cruz

“El mundo hoy en día es de los jóvenes y lo dominan a través de las redes sociales; no hay fuerza mayor”, dice, en entrevista


Nota presentada por Glassy Waves

En la deteriorada industria del surfing con la que convivimos hoy en día, se hace difícil encontrar una marca del sector que atraviese tangencialmente a una generación entera, que a lo Quik y Bong en los noventas sea la ropa de elección para miles de adolescentes en todo un país.

Es difícil ir a una reunión de adolescentes hoy en día en cualquier parte de Uruguay y que no haya por lo menos un par, siendo medidos en la cantidad, usando un canguro o una camiseta Glassy Waves.

Por ahora solo en Uruguay, la marca ha conseguido lo que ninguna en la industria del surfing hace mucho tiempo logra que es generar una especie de fanatismo entre el público joven que extrapola al gusto por la ropa sino que genera sentido de pertenencia y de orgullo generacional.

Este fenómeno, esta locura, este furor, lo creó hace unos años un joven de 25, Mauro de la Cruz, que surfeaba y quería fabricar tablas pero, consciente de que la venta de tablas en Uruguay no iba a ser un negocio muy rentable, o al menos no tan rentable como él se lo imaginaba, decidió hacer ropa.

Mientras que él trabajaba en una agencia de viajes y siendo muy fiel a su generación tan conectada con y por las redes sociales, vendió la ropa y el negocio fue tomando vuelo rápidamente.

Los jóvenes fueron de a poco adoptando la marca como parte de su estilo de vida y esa cuenta de Instagram fue creciendo a la par de las ventas hasta que comenzaron a darle la vuelta al país en un bus que actuaba de tienda y en cada rincón los esperaban decenas de personas.

Esta forma de venta, que siempre fue en ascenso, terminó con la invitación zafral a un shopping que luego se hizo permanente y luego en la apertura de otro local y luego la historia que puede leerse arriba.

Mauro es claro con su estrategia y con su razón para ser exitoso: Conectar con la juventud de manera única, generar una comunidad que cree en la marca y ser consciente que las redes sociales y que “el mundo hoy en día es de los jóvenes y lo dominan a través de las redes sociales” y que “no hay fuerza mayor” que esto.

Al joven empresario le quisieron y le quieren comprar Glassy Waves, por una cifra que él dice que le dejaría no trabajar unos años, se compraría una casa, un auto y sobraría, pero no quiere venderla estando en la cresta de la ola. Dice que todavía tiene la fuerza de seguir manejándola él y haciendo que crezca.

Se han vendido miles de canguros y camisetas de Glassy Waves en Uruguay, tantos que, como se dijo arriba, es imposible no ver uno en cualquier momento en cualquier parte del Uruguay.

Mauro reconoce que sintió miedo de saturar el mercado, pero entiende que la renovación de productos sigue siendo aceptada y confía mucho también en la internacionalización de la marca, su siguiente gran paso.

Fiel a su estilo joven y disruptivo la marca acaba de lanzar una banda de música de cumbia pop, y lo tiene al hombre del momento en Uruguay, Joaco Da Rosa usando su ropa.

El joven Mauro demostró con su marca que el surfing y/o lo relacionado con el sufing, sigue teniendo ese poder de las Bong y las Quik de 20 años atrás que coparon el mundo mundialmente.

Es un fenómeno llamativo difícil de encontrarle una replica en otros países dentro de la industria del surfing.

En esta extensa entrevista en una de sus tiendas en las que no paró de entrar gente y de vender a lo largo de los 55 minutos, De la Cruz cuenta alguno de los secretos para que Glassy Waves se haya convertido en lo que es.

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