Deseando que llegue el día perfecto para competir en La Herradura

Columna de Javier Fernández Urbina sobre la historia y las vicisitudes de una de las más legendarias playas de América Latina, sede del tradicional Quiksilver Pro La Herradura


Presenta Quiksilver Perú
Por Javier Fernández Urbina

“La ola perfecta hace muchos meses que no llega a La Herradura. Todos nosotros esperamos que llegue pronto. Por ahora, sólo tenemos algunas fotos para enseñarlas y seguiremos esperando con los dedos cruzados”. Estos genuinos sentimientos fueron escritos hace 50 años, en la década sesenta del siglo XX, por el tablista peruano Joaquín Miró Quesada cuando se empezó a correr olas en esta rompiente ubicada en la costa de la ciudad de Lima, con tablones de una quilla, sin pita y sin wetsuit.

En este momento los 56 participantes del Campeonato Invitacional 2019 - Quiksilver Pro La Herradura sienten esa misma agitación. Y además, es un gran honor ser parte de esa lista porque combina los nombres de las nuevas generaciones, con los de los campeones de esta clásica competencia y los principales representantes de los feroces tablistas locales del glorioso distrito de Chorrillos.

¿Y quiénes fueron los primeros que entraron ahí con tablas? Según la prolija investigación del escritor Oscar Tramontana Figallo, la primera sesión tuvo lugar en el invierno del año 1965. Ingresaron cinco tablistas: Fernando Arrarte, los hermanos Francisco y Carlos Aramburu, Manolo Mendizábal y Felipe Pomar (que había ganado el título de campeón mundial en ese verano y fue el primero que logró coger una ola ese día). Pero también se ha publicado otra versión en el libro Huellas en el Mar escrito por Magoo De La Rosa Toro. Allí él anota que escuchó opiniones que señalan que posiblemente fue en el año 1962 o 1963 y que la iniciativa de entrar sólo al mar para probar esas olas la tuvo el tablista Raúl Risso ¡que audaz!

Yo deseo saludar y felicitar a los que remaron para lograr que La Herradura esté inscrita en el RENARO (registro nacional de rompientes) desde el mes de marzo del 2017. Esa crucial tarea fue liderada por Claudio Balducci y Diego Villarán. Ellos apoyaron las gestiones del proyecto Hazla por tu Ola, organizado por la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental, para reunir 17.000 soles (5000 dólares, ese fue el costo de preparar el expediente técnico).

También gracias totales al equipo Quiksilver, el patrocinador principal en esta noble recaudación que logró que este espacio natural sea un patrimonio del Perú. Ahora esta protegido por la Ley N° 27280 - Ley de Preservación de las Rompientes Apropiadas para la Práctica Deportiva. Hubo numerosísimos esfuerzos heróicos para conseguir esta meta. Es valiosísima, no solamente para los tablistas limeños que la disfrutan en nuestros días, es un acto social sensato y justo, que respalda y apoya el desarrollo -a largo plazo- de este divino deporte en el Perú y en América.

En esta linda época de la milenaria historia de nuestra ciudad, poco a poco se esta renovando esta rompiente con el poderío indomable de los oleajes, las mareas, los vientos y las corrientes, recuperándose de la tonta obra humana que la dañó inútilmente en el año 1983. Se quiso construir una carretera para unir la playa La Herradura con la playa La Chira sin estudio técnico, despóticamente y este suceso hostil modificó el frágil fondo marino y además, estropeó la playa de arena y el acantilado.

Actualmente la brutal erosión ha reemplazado la arena de esa playa por piedras: Lima perdió un espacio muy apreciado y bello.

La ola era más perfecta, más sensible y además había arena y mucha vida de playa en La Herradura previo a 1983
La arena dejó de existir luego de que construyeran una inútil carretera que unió una playa con la otra, un sinsentido absoluto.

Para entender mejor, lo sarnoso que fue ese conflicto; reproduzco una opinión técnica publicada en la revista Medio Ambiente (1984) que llevó este título: “Recreación en la Inmundicia”. “Se ha demostrado en forma contundente que la playa La Chira es la más contaminada de todas las de la costa de Lima Metropolitana. Esta playa está a menos de 200 metros de la desembocadura del colector de desagües más grande del país, al que se le denomina ‘Colector Surco’, y que descarga algo más de cinco metros cúbicos por segundo de residuos líquidos sin tratamiento alguno”. El autor del mencionado artículo añade en tono irónico: “Finalmente, el título que se le va dar a la playa La Chira, es decir, de Costa Azul, para mí por lo menos resulta toda una novedad ya que a pesar de mis estudios y experiencias en el campo del saneamiento ambiental, desconocía que el elevado índice de contaminación fecal pudiera darle a las aguas una coloración azul”.

Yo corría olas allí antes de hacerse ese daño (y entraba nadando a tomar fotografías) pero reconozco que no me metía en los días más bravos, porque la competencia para agarrar la mejor ola de la serie desde su inicio era feroz y tenía el miedo de perder mi tabla en las cuevas si rompía la pita en la primera sección. Era una proeza meterse a esas cuevas para rescatar tu tabla. En los días de oleaje gigante, a veces caminaba por la orilla del cerro hasta una formación rocosa que los tablistas llamábamos “el muellecito”, era un cómodo lugar para ingresar al mar en los días chicos y medianos. Ahí observaba cómo corrían los más atrevidos.

¿Cómo eran antes las olas? Con un oleaje grande, al frente de la punta del cerro se formaba un tubo enorme, los más avezados y hábiles lo podían gozar. Ya no existen esas peligrosas cuevas y otro cambio, o mejor dicho, una gran pérdida, es la disminución de la cantidad de días que podías correrla durante un año. Antes había más días con buenas olas (desde los dos metros) en los oleajes más pequeños. Hoy para que funcione bien, se necesita esperar los oleajes grandes y la marea es un componente determinante. Es muy raro poder correrla con buena forma con un oleaje mediano o pequeño con la marea alta. También recuerdo esas olas gigantes “barredoras” en el inicio de la primera sección, si estabas siempre atento podías huirla remando como un loco, pero si te caía encima, eras el prisionero de las espumas de la serie de olas que se consumían todo tu físico arrastrándote sin piedad y la campana, en la tercera sección, era más grande y potente. Recuerdo que esperabas media hora o más parado y sosteniendo tu tabla en la orilla aguardando la oportunidad de intentar entrar remando con todas tus fuerzas (y si te atrapaba la serie de campanas, te varaban sin compasión). Y además, como ya lo mencioné en un párrafo anterior, se arruinó el espectacular ambiente natural del acantilado vertical y la playa.

Lo que aprendí y disfruté en las olas de La Herradura me motivó a crear un compromiso más organizado mediante la Asociación para la Conservación de las Playas y Olas del Perú - ACOPLO que fundamos un conjunto de tablistas. Así impulsamos el propósito de hacer la conservación de las rompientes para desarrollar el deporte en el Perú. Todos podemos ayudar, no importa si eres un tablista principiante o ya seas el más sobresaliente en cualquier tipo de ola. Las sucesivas generaciones de chorrillanos, limeños, deportistas de todo el Perú, del mundo, y los amantes de la naturaleza, deben estar siempre vigilantes para impedir cualquier acto irracional humano que pretenda dañarlas ¡Así sea!

Ahora La Herradura necesita de mares más grandes para quebrar y su tercera sección sigue siendo épica pero dicen que antes era incluso mejor. Es, de todas formas, una de las mejores olas de América Latina y una de las mejores olas capitalinas del mundo. En la foto: Cristobal de Col, un maestro en la playa. Por Quiksilver Perú
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