El Toro, La Vaca y Las Flores épico, todo en una misma sesión

Diaro de viaje, días en el Oriente Salvaje y una pequeña gran aventura que se sintió muy bien


Cobertura especial presentada por Surf City - El Salvador Travel - Las Flores Resort - Foto de portada El Toro de Oro por Chute 

Apurado saqué la funda de la tabla ayer, me quedaba media hora de luz y estaba en El Salvador. Debía ir al agua, debía sacarme el viaje de arriba y sentir esa bienvenida tan linda que es el agua caliente y las olas perfectas.

Saqué la parafina de agua fría de mi tabla, puse la de agua caliente rápido, bermuda y pal agua.

Mi compañero de cuarto y de transmisión, Mitchell Salazar, me había adelantado que nos hospedábamos frente a un beach break un poco cerrón. Se quedó corto, era un cerrón gigante pero mis ganas fueron tantas que pal agua marché.

Después de comerme 700 espumas ya pensando en que no podía estarme pasando esto en El Salvador, terminamos juntos con Mitch que, después de tomar una “izquierda” cerrada, por supuesto.

Él, que vive en California, me dijo que no valía la pena, pero yo que vivo en una ciudad con pocas olas, debía de alguna manera llegar al line up y encontrar alguna cosa que valga la pena. Terco, remé y remé y finalmente logré ingresar.

Todo lo que remé fueron cerrones y salí del agua feliz por haber surfeado pero confundido porque no es eso lo que uno viene a hacer a El Salvador.

Hoy desperté 6am aproximadamente, peleando con el internet en el muy lindo hotel en el que me estaba quedando. Fui a ver el mar, tuve fe de que el beach break con una marea distinta podría tener sus momentos, pero no…

Logré conectarme a internet, yo sospechaba que no estaba tan lejos de la conocida ola del Oriente Salvaje llamada El Toro de Oro, más o menos medí y me tuve fe para llegar a ella caminando o remando por el beach break que en su final se encontraba con un risco de piedras.

Fui decidido a hacer una aventura medida… Si no se podía volvería de la misma forma que fui y si se podía, genial.

Fui avanzando de esa forma. Pensé en subir el risco pero no había chance, era por el agua o a casa.

Evité varias piedras en mi remada-caminata, mi faro era una punta de rocas con una formación visualmente hermosa y extraña. Tuve mucha fe que había llegado a destino una vez que estaba en playa y dudé si remar por el beach break y quedar en el spot porque unos olones quebraban cerrando todo. Decidí atravesar las piedras y ver de frente la ola.

El trepaje no estuvo fácil pero tuvo su magia porque en un momento, cuando logré atravesar la altura que me permitía enfrentar la ola, haciendo equilibrio apoyado en una roca, confirmé que había llegado a destino. Una derecha perfecta, sólida, hermosa se estiraba como hacen las olas en El Salvador. Estaba en el lugar en el que debía estar y no dudé en sonreír y gritar solito hacia el Océano Pacífico, con piedras con erizos y un acantilado de piedras y jungla a mis espaldas. Me sentí vivo.

El asunto fue que en mi evaluación de situación entraron unas series un poco más grandes que la derecha que me presentó el lugar. Entró una serie grande que conectó por una buena distancia, pensé que había llegado a su ola vecina, La Vaca.

Vi un par de olones más entrando y yo con un cardio lamentable en estos días y una panza que me tiene preocupado, dudé si estaba a la altura de las circunstancias, pero no podía desperdiciar la chance: Sol, agua caliente y olas perfectas.

Conté las piedras que tenía que ir saltando para hacerme camino al mar en el momento de calma. Todo podría haber salido mal porque calculé mal la distancia entre una piedra y otra, pero pude remar al outside con éxito evitando alguna que otra espuma pero sin comerme el serión ese en la cabeza.

Con el cuidado de todo lo que estaba pasando logré encontrar mi ola, la que pagó la aventura. No fue un tubo ancho y amplio como los que estaban quebrando, pero fue decente y me quedé contento con ella. Sí, me frustré bastante por momentos porque vi unos barriles quebrando increíbles y también unos derechones puestos, pero fue difícil agarrarlos a todos.

Me sorprendió lo larga que es la ola de El Toro. En un momento decidí dejar de remar hacia el pico y me dejé llevar por la corriente, convencido de que estaba en La Vaca, surfee varias olas un poco más simpáticas con fondo de arena y piedras, entraban unas intermediarias increíbles…

Al final no pude mantenerme más en el pico mediano y dejé irme nuevamente por la corriente. Pasé por una playa virgen hermosa, con arena y el morro por detrás, “el lugar ideal e imposible para pedirle matrimonio a tu segunda esposa”, pensé mientras me llevaba la corriente. Y ahí dudé, me di cuenta que no estaba en La Vaca y que todas esas secciones de la ola eran en El Toro… Una ola de clase mundial confirmada.

En el medio pasó una manada de delfines que se reían ante mi incapacidad de remar contra la corriente, ellos avanzaban perfectamente, metro a metro. Nunca vi tantos; naturaleza viva, pura, hermosa, oriente salvaje, era algunas cosas que pensaba mientras remaba.

En el viaje que la corriente de oeste a este establecía reconocí a La Vaca, donde surfeé alguna que otra vez esquivando el difícil crowd de Las Flores algunos años atrás. Es increíble como dos olas tan buenas tienen tanta diferencia de gente surfeándolas… O, mejor dicho, tres olas: Nadie en La Vaca, nadie en El Toro y 50 personas en Las Flores. ¡Hagámonos bien a todos y distribuyamos mejor la población!

El tema es que Las Flores estaba pintado: Primera sección con un tubazo, y luego recorrido de maniobras hasta la orilla; una especie de Mentawai en Centroamérica.

A esa altura yo estaba muy cansado para pelear con un crowd de pros, pero busqué mi ola para sumar o para simplemente irme. Me tenía poca fe pero la encontré en un juego de gato y ratón en el que se mira si el que está en el point va o no… Me llevé una gema… No fue un tubazo ni nada de eso pero pues, una derecha soñada salvadoreña en la que hice lo que pude; sin dudas la mejor ola del viaje.

El grom argenino panameño Kai Gale me la elogió y me desafió a que surfe la bomba del fondo. Le respondí con humildad, excusándome que las rocas de la sección de tubos son desafiantes… Tal vez algún día la haga, ¿no? Uno no envejece, rejuvenece, los aprendizajes de esta vida nos hacen más sabios y capaces de surfear esas bombas.

Un par de olas más y ya estaba jadeando, buscando algo para salir y buscar ride de regreso a casa.

Todo salió relativamente bien hasta que un choque cortó “la carona” que había conseguido. Dije seguro que seguiría caminando y, paso a paso, se puso bravo el sol de las 10 de la mañana y las subidas y bajadas.

Cuando llegué, a eso de las 10, Mitch y Mateo estaban a los gritos con el partido de México y Polonia. Les conté por arriba lo que me había pasado.

Yo había vivido una aventura que para mí fue maravillosa.

Y lo mejor fue que el día recién había empezado.

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