Primeros apuntes sobre la invasión latina al rancho de Kelly

Algo de todo lo que sucedió en ocho horas de surfing a 200 kilómetros del océano más cercano


Lucca Mesinas, bien encajado en la piscina de Kelly. Foto: Zanocchi

Se hace bien difícil repasar lo que sucedió ayer en el Surf Ranch de Kelly Slater, en el día que América Latina se “adueñó” de la piscina de olas más famosa y codiciada del planeta, pero voy a hacer un intento.

Es desafiante enfrentar un regalo como este, la ola es desafiante, pero también cómo el surfear ahí cambia un tanto los paradigmas del surfing.

Aquello tan preciado que era meterse un tubo se vuelve en algo relativamente fácil o por lo menos accesible sin depender de la naturaleza. En mi vida he pasado meses sin meterme en un digno tubo, ayer, en la piscina de Slater, me metí unos cuantos.

¿Valen esos tubos como tubos de verdad? No lo sé, creo que no. Creo que vale más bien como práctica o diversión para cuando el mar trae el desafío. Es algo que tengo que pensar.

Otro apunte importante, en el que todos los involucrados creo que estuvimos de acuerdo, es que la ola de la piscina no es tan fácil como se la ve. Es también fuerte, te da unos revolcones interesantes, por momentos se hace difícil salir a la superficie para tomar agua.

Volviendo a la ola, ninguno de todos los surfers, incluidos los profesionales, la tuvo fácil para leer la ola bien. Seguro las mejores olas se las surfearon en las sesiones de la tarde, cuando ya tenían la ola más conocida.

¡Es extremadamente divertido estar ahí! Y fue un abuso, tuvimos cinco horas para cada uno y pudimos surfear todos más de 10 olas. Este punto no es menor: Por momentos nos poníamos a gritar, por separado, cada uno compartiendo ese sentimiento de que “esto no puede estar pasando”.

Al mismo tiempo te desafía el pensamiento de: Me endeudé para venir aquí, para jugar en una piscina.

Es en realidad un pensamiento rebatido por la gran mayoría de las personas con las que he hablado; hasta el más conservador de mis amigos me alentó para que me vaya, repitiendo lo único de la oportunidad, que son pocas las personas que la consiguen y que tal vez no la obtenga nunca más.

No es menor tampoco pensar en que la piscina despierta cosas malas en uno: Una especie de egoísmo o de codicia más bien, de querer más y más. Es un vicio interminable. Es feo eso de ver a un surfer viniendo en la ola y estar pendiente de que se caiga para que puedas ir tú.

Comentaron las personas que trabajan ahí que han presenciado peleas entre amigos por los turnos por las olas y demás. Entre nosotros fuimos amigables, pero no faltó más de una vez la broma de “te vas a caer”…
Un apunte que resulta no menor es que se habla mucho de que la piscina de Slater no es rentable y no es fácil probarlo, pero parece que no es así. Los empleados del rancho, varios de ellos contaron que están recibiendo grupos como el nuestro todo el tiempo, todo el año.

Según parece son entre 50.000 y 100.000 dólares por grupo, haciendo las cuentas, parece un buen negocio.

Otro apunte: El servicio es impecable. Tienes todas las tablas que necesites, la comida que necesites, el wetsuit que necesites y una buena cantidad de gente está ahí pendiente de todo esto. Creo que por primera vez en la vida me parafinaron la tabla y ajustaron las quillas en un momento que estaba apurado por ir al agua.

Es una absoluta locura todo, todo lo que sucede estando ahí.

Respondiéndome una pregunta que no paro de hacerme: Valió la pena estar ahí, pude presenciar de primera mano una obra de ingeniería que cambió al mundo, especialmente al mundo del surfing.

¿Me gusta más el mar? Sí, siempre, claro que sí. Incluso estando más chico y sin tubos. ¿Volvería a la piscina de Kelly? Sí. Todas las veces que me inviten.

¿Qué cambiaría? Pensaría en divertirme más, como al principio de la sesión de ayer y también al final de la misma. Y no tanto en hacer la ola. Hubo un par de tubos que me metí que fueron increíbles y que ni siquiera disfruté tanto por estar pensando en hacer la ola completa.

Como dice todo el mundo, las cosas salen mejor cuando uno la está pasando bien. Aunque claro, es difícil porque uno sabe de lo único de la oportunidad y desea no desaprovechar ninguna.

Fue una experiencia increíble, me duele todo el cuerpo, de ese dolor feliz de haber surfeado todo el día, pero en la piscina de Kelly Slater.

Gracias a Corona por la invitación, al Capi Bar y a Chivipizza por confiar en el proyecto de ir para ahí, al tío Hugo y la tía Cintia, a Carlos, Santi y Sapo por haberme prestado dinero para vivir esa experiencia que seguiremos contando en varias otras notas.

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