Tres históricos viajes a El Salvador

1970 con Bernie Baker y 1975 con Kevin Naughton y Craig Peterson, los artículos que publicaron en la revista Surfer de esos años y el pasaje de Adrián Kojin que viajó de Estados Unidos a Brasil en moto y no quiso perderse las olas salvadoreñas


Presenta Surf City El Salvador - Foto de portada: Monty Smith en La Libertad, 1970. Foto de Bernie Baker*.

“No es gran misterio que el surfing es realzado, y hasta en cierto grado definido, por el viaje, ya que ambas actividades responden a la llamada de la aventura, el escape y hasta a la rebeldía”, escribió el historiador Matt Warshaw en su Enciclopedia del Surfing, en el entrada que habla sobre los “viajes de surf”.

Ahí mismo también cita al surfista californiano Dave Parmenter, que expresó en una nota: “Los surfistas son lo mejores viajeros deportistas del mundo entero” y agregó bromeando: “Nos hemos convertido en la más amplia y arriesgada red de fanáticos en hacerlo desde los Jesuitas”.

Para los más respetados pioneros de los viajes de surfing alrededor del mundo, El Salvador fue una parada inexcusable y muy placentera. Encontrar esa cantidad gigante de pointbreaks con olas vacías o prácticamente vacías fue de las experiencias más maravillosas de sus vidas.

A fines de los sesentas y comienzos de los setentas, había muy poca, o ninguna información sobre el país, pero al mirar el mapa las señales eran claras de que las chances de surfear buenas olas ahí eran grandes. El país de Centroamérica que más le da la cara al sur es El Salvador, eso, combinado con el enorme Océano Pacífico y sus consistentes marejadas del sur, parecía una aventura con recompensa garantizada.

El periodista y fotógrafo hawaiano, ex profesional y ex organizador de la Triple Corona Hawaiana, Bernie Baker, seguramente estuvo al tanto de esto y marcó El Salvador como destino obligado en un viaje que hizo en 1970 y publicó en la Surfer. Estuvo por Puerto Rico, las Antillas y Panamá entre otros lugares, pero dice que en la tierra de las derechas, encontró su paraíso.

Dos de los más grandes surfers viajeros de la historia, los californianos Craig Peterson y Kevin Naughton que desbravaron olas vírgenes en África, Europa y Oceanía, regresaron a Centroamérica en 1975, para pasar unos cuantos meses en El Salvador.

Su aventura fue plasmada en un artículo de la legendaria revista Surfer, publicado en 1975 (parte de una serie más grande de reportajes de los distintos lugares del mundo) en el que cuentan de las olas y la vida de cada lugar. En su viaje (ver debajo) se encuentran con quien es considerado uno de los padres del surfing salvadoreño, Bob Levy, con quienes comparten sus días, sus sesiones de olas y alguna que otra partida de poker en la que pierden todo ante un amigo de Levy que es identificado como Juan Sverko.

El brasileño Adrián Kojin hizo un viaje increíble en 1987 y 1988, recorriendo más de 25.000 kilómetros desde Los Ángeles hasta su natal San Pablo, atravesando 14 países y surfeando olas perfectas y solitarias en un momento turbulento para América Latina. Cuenta que pese a que las recomendaciones eran que no vaya a El Salvador, él estaba dispuesto a arriesgarse con tal de conocer la ola de Punta Roca.

Su trayecto, cargado de sentimiento, cultura, amistades y mucho surf, lo plasma en el libro Alma Panamericana, un libro obligatorio para los amantes del surfing y la aventura.

Debajo el detalle de cada viaje.

Los desafíos del trópico by DUKE on Scribd

Los desafíos del trópico

Por Bernie Baker. Publicado en la revista Surfer, en 1970

Era 1970 y Bernie Baker quiso cambiar su Hawái por un viaje distinto, irse a Puerto Rico, las Indias Occidentales y a Centroamérica.

Su viaje, que comienza por Puerto Rico, no inicia con el pie derecho; periodos de flat, olas que no lo satisfacen y una vibra local que no le resulta amigable. Increíblemente, para lo que es una meca del surfing, escribe: “El futuro (del lugar) como área de surfing es cuestionable”.

Unas semanas más tarde, en Barbados encuentra todo lo contrario: Gente amigable que “vive lento” y tiene olas perfectas. Su viaje termina cuando el flat llega y se muda a Trinidad y Tobago donde, en la primera isla sufre, pero en la segunda goza. Se va justo antes de que una rebelión haga que la marina estadounidense invada las islas.

Llega a Panamá donde su problema fue otra rebelión que estaba en camino y que hacía peligroso trasladarse a las playas. De todos modos surfea algunas olas antes de irse por tierra a Costa Rica donde no pasa mucho tiempo. Luego, tampoco se detiene en Nicaragua y Honduras.

Finalmente llega a El Salvador, y escribe: “En la capital, San Salvador, el Instituto de Turismo fue tan amigable en resolver nuestros problemas. Me dejó impresionado. Se preocuparon por todo: Mapas, direcciones para las playas y hasta me enviaron un mensaje que dejó otro surfer de Santa Bárbara”.

Bernie, un amigo y Monty Smith (el surfer de Santa Barbara), eran los únicos surfers de todo el país, “¡y toda la costa era nuestra!”, escribe.

Se fue a la playa y contó: “La casa estaba situada frente a un estero, usado para bañarse, lavar la ropa. Los caballos comían libremente las pasturas y las olas perfectas quebraban con el offshore de las mañanas”.

Cuenta que además de las olas de La Libertad, hay mucha variedad: “Tiene muchos points, ensenadas y una ola que hace acordar a El Capitán (la legendaria rompiente de Santa Bárbara) al norte de Kilómetro 61”… ¿A qué ola podrá estar refiriéndose?

"Parecía Rincón y le tomé una foto a Monty en una ola increíblemente larga en el point de La Libertad, frente a nuestro paraíso salvadoreño, lejos del agua fría y los dedos congelados"

Baker finaliza su artículo contando que agarró un swell de 10 pies sólido en Punta Roca, que quebraba desde la punta hasta el muelle, lo que, viendo la distancia hoy en día habla de un día excepcional. “Parecía Rincón y le tomé una foto a Monty en una ola increíblemente larga en el point de La Libertad, frente a nuestro paraíso salvadoreño, lejos del agua fría y los dedos congelados”, concluye.

Las fotos muestran la magia de El Salvador, y, distinto a lo que sucedió con otras coberturas del país más modernas, aparecen algunas izquierdas y solo derechas.

Volviendo a casa con actitudes latinas… Y un tiempo de transición by DUKE on Scribd

Volviendo a casa con actitudes latinas… Y un tiempo de transición

Por Kevin Naughton y Craig Peterson. Publicado en la revista Surfer en 1975

Una prosa mucho más animada, atrevida, rebelde y hasta cómica plasman Kevin Naughton y Craig Peterson.

Ellos, en el buen espíritu del viajero surfer mantenían los lugares en confidencia, le ponían sus propios nombres a los spots y así se referían a ellos. En la nota uno sabe que están hablando de Centroamérica pero no de El Salvador. Luego, en un artículo publicado por The Surfers Journal, unos 20 años atrás, Naughton lo hace público, como también lo hace Warshaw en su enciclopedia.

Tras seis horas en un bus que atravesó sinuosos caminos de espesa naturaleza, volcanes y mucho vértigo, Peterson y Naughton, llegan a La Libertad con el corazón en la boca porque al parecer la conducción del chofer fue un poco adrenalítica.

Su primer paso, contrario a lo que cualquier surfista pensaría, no fue irse al agua, o buscar un lugar donde hospedarse, sino meterse en el primer bar que encontraron, a bajar los nervios del viaje en bus.

Luego de unos cuantos tragos, los jovencitos escucharon que una voz amenazante les decía: “Ustedes todavía son unos livianitos”. “¿Lo qué? Tu voz me es familiar”, contestó Kevin. “’¡Familiar! Eso es lo que espero’, dijo el otro. Alguien prendió la luz y frente a nosotros se reían dos viejos amigos que no veíamos hacía más de un año. ‘¡Levy y Sverko, no puedo creerlo! ¿Qué hacen aquí?”.

El dúo de surfistas californianos, que jugaron su moneda a la incoherencia de irse al bar, terminaron ganando con el encuentro de sus viejos amigos que estaban viviendo en El Salvador, uno de ellos, Levy, es considerado hoy en día uno de los padres del surfing salvadoreño.

Con el reencuentro vinieron más copas y muchas anécdotas, pero también vino casa, comida y el conocimiento local que Levy y Sverko tenían.

“Ustedes van a ver los verdaderos tesoros que hemos encontrado aquí”

“Ustedes van a ver los verdaderos tesoros que hemos encontrado aquí”, dijeron. Unos párrafos más tarde, escriben: “Las olas confirmaron sus historias. Paredes de color esmeralda quebraban para los dos lados, sostenidas perfectas por la brisa offshore”.

“Olas perfectas y vacías quebrando por encima de la cabeza, hasta daba pena estropearlas (…) Las series limpias eran fácil de ver en el horizonte, y las olas rolaban largas, prolijas y con consistencia; tanto derechas como izquierdas, rompiendo con la misma perfección. Una combinación de tubos delgados con paredes verticales calificaban a este spot como malditamente fantástico, uno de los mejores que habíamos surfeado en varias lunas”, escribieron.

¿Estarían surfeando un día bueno en La Bocana? Es probable. De hecho, en una parte de su relato hablan de que una era igual a Lower Trestles.

"Una combinación de tubos delgados con paredes verticales calificaban a este spot como malditamente fantástico, uno de los mejores que habíamos surfeado en varias lunas”

La crónica continúa con una mezcla de surfing y la rutina que los cuatro crearon, siestas en las hamacas, ostras de almuerzo y mucha vida animal en su entorno. Resultó que Sverko era un jugador de póker muy bueno y se encargó de dejarlos sin nada a los jóvenes californianos que se terminaron regresando a casa por tierra, en bus.

Llegaron sanos y salvos y reflexionaron sobre la comodidad de vivir en una casa, con techo y heladera llena. Tras haber recorrido medio mundo y haber surfeado olas para ellos solos, bromean sobre las distintas reacciones de otros surfistas californianos y su curiosidad al respecto de dónde habían estado y también que caminar por las calles iluminadas, repletas de ofertas para venderlo todo, con luces de neón, era una novedad.

“No hay límites para las posibilidades en América (por Estados Unidos), solo en ti y en cuanto quieras agarrar, o viceversa. Teníamos que reírnos porque habíamos estado en tantos lugares que ahora hasta casa parecía el extranjero. Llevaría un tiempo ajustarse. Seguiríamos viajando, solo que ahora en una cancha conocida con una forma distinta de verlo. Sí, sabíamos que estábamos en casa y el viaje había terminado, pero en otro sentido para nosotros este viaje nunca terminará”, concluyen, de manera monumental.

Alma Panamericana: Sí o sí a El Salvador

Por Adrián Kojin, libro publicado por Scarpitta Gráfica en 1994 – Reeditado luego en 2005 por Editora Gaia

En 1987 el brasileño Adrián Kojín armado con una moto y un rack adaptado para su tabla de surf hizo 25.000 kilómetros y visitó 14 países surfeando olas perfectas a lo largo del camino.

Fue uno de los pioneros del tan preciado viaje surfer atravesando las Américas y lo hizo en una época especial con más de medio continente en guerrillas o saliendo de dictaduras.

Su libro, Alma Panamericana plasma de manera deliciosa un viaje cargado de surfing pero también de corazón, de sentimiento, de unión, de sacrificio, de miedos y de la contrastante recompensa en forma de agua salada y olas perfectas.

Preparando su partida desde Los Ángeles, California, Kojin cuenta que le advirtieron que no pase por El Salvador pues el país se encontraba en una situación inestable. “Los turistas deben considerar seriamente si vale la pena incluir El Salvador en su itinerario”, le señalaron. “Como yo no me consideraba turista, El Salvador estaba en mi mapa por un sólido motivo: En el Puerto de La Libertad quiebra una derecha legendaria, considerada una de las mejores del mundo”.

"El Salvador estaba en mi mapa por un sólido motivo: En el Puerto de La Libertad quiebra una derecha legendaria, considerada una de las mejores del mundo”

Increíblemente, su objetivo de surfear Punta Roca sólido no se cumplió a lo largo de todo el viaje, pero lo compensó con varias sesiones en El Sunzal. Se encontró con el legendario Bob Rotherham, quien lo atormentó con cuentos del último swell de peso, en octubre, “20 días de olas de hasta 10 pies tubulares sin parar”, le dijo.

Pasó Navidad y Año Nuevo ahí, empezó el 1988 en El Salvador, su mejor sesión fue el 3 de enero: “El Sunzal 5 pies con viento terral, surfeé hasta no aguantar más”, anota.

“Es interesante que El Salvador era un sitio que ya estaba en la ruta de los brasileños hasta que empezó la guerrilla. Ya era un lugar mítico, era el Jeffreys Bay de la América Central. Pero al mismo tiempo era el lugar que de ninguna manera había que ir en el momento que fui”, contó a DUKE para esta nota.

“Lo más bonito es que la gente era buenísima, yo hice amigos que hasta el día de hoy estoy en contacto, en particular con Óscar. Y tengo esa promesa de que voy a regresar y regalarle un libro. He ido nuevamente a Panamá, Costa Rica, Nicaragua, México y a El Salvador justamente, que se tornó un destino de surfing muy fuerte, nunca he regresado. Es una cosa que quiero mucho y ojalá el año que entre pueda ir”, agregó.

“Fue un lugar en el que verdaderamente pude ver de adentro una guerrilla, pero al mismo tiempo era increíble, porque todas esas olas quebraban perfectas, ¡y no había nadie! No surfeé un swell grande, pero surfeé todos los días. Fue como un sueño, una cosa de película, ese contraste entre lo que sucedía a nivel socio político y la paz de surfear olas perfectas para ti solo”, finaliza.

*Los artículos presentados en esta nota son parte del archivo del historiador Matt Warshaw y su Enciclopedia del Surf, ver más aquí: https://eos.surf/ 

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