Not only a surfer knows the feeling
La magia no solo vive en nuestro ámbito, al menos, eso parece
Por Rodrigo Caballero*
Escuchando la canción El Pedido, interpretada por Santiago Chalar y escrita por el poeta maragato Wenceslao Varela, entendí que, cuando el paisano de la campaña oriental le encargaba al artesano unas botas de potro, su “feeling” poco difería con el que experimenta el surfer al encargarle a su shaper una nueva tabla.
El paisano de la canción se apasiona en cada detalle del calzado nuevo y se atarea en explicárselo al artesano, con total pasión, describiendo e imaginando, en el proceso, cada una de las actividades para las cuales va a necesitar que las botas cuenten con tal o cual detalle de confección. No le importa en lo más mínimo cómo luzcan las botas, sino más bien, cómo estas vayan a funcionar.
Cada una de las décimas que componen la letra, demuestran que las botas son sólo un medio para un fin; una forma que define un contenido. Dudo que Wenceslao tuviera conocimiento de la existencia del surfing. Sin embargo, El Pedido, me parece una canción tan surfera como las más de Jack Johnson o los Beach Boys.
Mirando a mi amigo El Pelado corriendo por el cantero del Parque Batlle, de nochecita, con lluvia y un frío bárbaro, me doy cuenta que la motivación que le produce el partido del domingo por la Liga Universitaria de fóbal es tan grande como la que produce en mi la llegada de un swell del este a las costas de Rocha.
Cuando el Pelado, en pleno match matutino, se saca un back de encima, la guinda se desliza sobre el césped húmedo de la mañana como si un piolín invisible la atara a la derecha, y la cancha se le abre como un tubo cristalino en algún reef del Pacífico Sur, seguramente experimenta esa sensación que, aunque ni lo suponga, lo hermana con todos los surfistas del mundo.
Cuando mi amigo Tito, acosado por pirañas, yacarés, mosquitos y demás alimañas selváticas, pincha un tucunaré de ocho kilos en un manso afluente del Río Amazonas, seguramente encuentra la misma sensación que un surfer cuando completa un drop salvaje en un pico desierto. El mismo feeling que se manifiesta en la boca del estómago y que dibuja en la jeta una sonrisa involuntaria y casi tonta.
No en vano, y a pesar de transitar su sexta década de vida, el hombre junta guita todo el año para poder pasarse en el Amazonas al menos una semanita rellena de esa sensación. Durante el resto del año, la busca en los pejerreyes de Punta Fría, los dorados de Salto Grande o las tarariras de India Muerta. Y, la mayoría de las veces, la encuentra y vuelve a la casa pareciendo un botija de 14 años.
Cuando el chasquido del disparador del arpón altera apenas por una fracción de segundo el silencio absoluto del mundo submarino y un mero de 40 kilos es atravesado por la flecha metálica, comienza una lucha cuyo feeling emparenta a mi amigo Juan, buzo de alma, con todos los surferos del planeta. Una sensación capaz hacer desaparecer el mundo entero de su conciencia y reducirlo a los pocos metros cúbicos del océano donde se desarrolla la escena.
Cuando escuché Tonadas del Ventorrillo, el disco de mi amigo Quique Souza, conformado por 14 canciones puramente folclóricas, supe que era un disco re surfero. Y no hice otra cosa que decírselo al autor, quien respondió con una expresión de absoluta sorpresa en el rostro; como si le hubiera dicho a Marilyn Manson que su música me recordaba a mi abuela materna.
Nota del editor:
En los noventas la marca Billabong se expresaba repetidamente con el buen core slogan: "Only a Surfer knows the feeling (solo un surfista conoce ese sentimiento)"... Caballero desafió el lema, para mostrar que existen pagos con personas donde la vida se vive con la misma pasión.
Elevó una humilde opinión en la que plantea si es que realmente somos tan especiales los surfistas, ¿no? En aquel entonces se daba una especie de discurso que elevaba la posición de los surfistas, una mística pelotuda y exagerada se puede decir. Este texto creo que amainó o buscó amainar esa especie de mística pelotuda.
Yo creo que sí el surfing es lo mejor del mundo, pero hay personas y hay actividades, seres que viven sus pasiones, igualito que si fueran surfers.
Y ahí entró Rolando.
Trayendo todo al hoy en día, 2023: Resultó que gracias a mi primo Juampi Benitez, mi viejo amigo Nico Castilla, gran cantante y guitarrista, a quien me lo presentó mi hermano el Cabeza, di con el folklore latinoamericano, música que difería por mucho a Pennywise, Offspring y NOFX que escuchaba en mis años mozos, pero que representaba al surfer incluso de mejor manera.
No es un una piña en la cara de ritmo, pero sí es la letra.
Cuando Roli me mostró este texto más de 20 años atrás en la redacción de la revista Mareas, lo hallé ignorantemente irrelevante, me importaban más los aéreos de Kelly o el surfing de rebelde de Matt Hoy. Cuando lo leo hoy, me vuelve loco.
Por todos lados hay hermanos del surf que nada tienen que ver con el surf. Digo también que este texto tiene que volver a publicarse.
Esa maña, detalle por detalle, a la hora de mandar hacer una tabla, esa pasión por ya tenerla con uno y la esperanza infantil de imaginar el día de estrenarla, tiene todo que ver con el surfing.
En el campo hay gauchos surfistas que no saben que son surfistas.
Y por ahí la seguimos, en fogón, de neoprenos y cueros.
* Este texto fue originalmente publicado en la revista Mareas de Uruguay, unos 20 años atrás
La letra de la canción El Pedido, de Wenceslao Varela y Santiago Chalar
Un par de botas de potro bien graniaditas a mano
Bolee cualquier orejano cuando salga a las laderas
Encebe bien sus potreras y le ajunta los garrones
Suebran por esas regiones crudos pa'engordar bicheras
Y sobre todo al lonjiarla- no me las vaya a cortar
Las quiero pa'zapatiar con mis espuelas de plata
Y aunque pueda creer que a gatas me asujeto los garrones
Sepa q'en los pericones me baja el alma a las patas.
Me les amolda el garrón a lo justo p'al pie mío
En su sabencia confío gaucho prolijo lo sé
Las punteras cuésale con un pespunte Oriental
Y no deje delantal que estribo con todo el pie.
Porque mis dedos macetas no sirven pa' un apurón
Las prefiero de correón pál hombre que anda en baguales
Y aunque no es muy de Orientales son fácil de desatar
ñudo pampa der acortar: dos tientos en dos ojales
Con cabrestos de cadena o alzaprima de ajustar
Un crudo voy a ensillar pa' lucirlas si él me deja
Tengo la costumbre vieja que cuando voy jineteando
Corro la pata espueliando hasta el tronco de la oreja.
Chupando sin apurar pa'ver si no nos mamamos
Porque si a hablar empezamos de yerras, de jineteadas
Pericones y payadas y estancias que conocemos
Es seguro que tendremos el chifle a las testeriadas.
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