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En un mundo en el que hay niños que logran contratos millonarios a joven edad, que cubren sus muchas tablas de pegotines de distintos patrocinadores, que se convierten en gigantes promesas pero luego sucumben ante la presión del mundo profesional, Nicky Wood podría ser considerado  como el primero de los groms abrumados de la historia.

Pero con algunas diferencias en el camino; Wood logró algo muy grande y luego de hacerse grande, de pegar el estirón, como lo cuenta Rodrigo Caballero en esta su décima edición de Cuentos de surfistas, fue que se desmoronó y tuvo sus repetidos altibajos.

Y, más adelante, en esas idas y venidas que le dieron el sobrenombre de "el fantasma que se desvanece", tuvo sus momentos de brillo en el surfing mundial. Es decir, no se vino abajo y desapareció para siempre.

Pero, sin dudas, su carrera fue enigmática, su personalidad alterada por haber sido héroe desde mucho antes de esa victoria en Bells (ganaba torneos profesionales locales a los 11), alterada por el consumo de mucha marihuana y mucho alcohol y un montón de cosas más, es valedera de esta edición de la columna.