El clásico error que cometí hoy
Nunca te alejes de las olas perfectas
Una locura presentada por Altos de La Serena
Esta columna va dedicada a mi hermano, Martín "Sabiola" González Martínez, a quien, le fallé en su cumpleaños por venir aquí intentar encontrarme conmigo mismo. ¡Feliz cumple, Cabeza!
Me desperté tarde, un poco bajoneado, creo que ayer me emocioné demasiado con la columna y me bebí unos Ballantine’s de más. Cosas autodestructivas que hacemos los seres humanos; pero por lo menos concomitantes con el pronóstico que indicaba que las condiciones del mar mejorarían a lo largo del día.
Trabajé de 10 a una, puse un poco la casa en orden en esta nueva oficina que tengo en mi hermoso monoambiente de Altos de La Serena.
Y cargué con una lata de porotos, mi traje semi seco, y la maldita computadora porque salió una promo para una acción marketinera mexicana que creí iba a ser capaz de terminar hoy pero no lo fui… Gustavo querido, por favor perdóname.
Yo amo a La Pedrera y lo encuentro como un buen refugio para los días como hoy, cuando La Aguada saca chispas con el mar medio movido en el resto del Uruguay, el Despla saca sus olas.
Y me fui directo para ahí.
El cotizado balneario, en invierno se convierte en un centro liberal, un centro hippie, un lugar donde la vida camina más lento, la gente camina más lento, los perros van por la calle como si ningún auto jamás en la vida pudiera pasarles por arriba.
Mucha joggineta, mucho abrigo, mucha barba. Algún que otro mochilero nórdico perdido, ni sabiendo para donde arrancar… ¿Para el Cabo o para Tromsø? Una vida admirable y que vale la pena mirar ahí, desde el auto.
Hay un recorrido mundial de gente de mochila y La Pedre está incluida en sus paradas.
No pude no recordar una vez más la película “La perrera”, escrita y dirigida por el uruguayo Manolo Nieto estrenada en 2006 en la que, según Wikipedia “David, un joven de 25 años, es forzado por su padre a construir su propia casa (…) Esta es la historia de la construcción así como también de la tragicómica lucha de David por sobrevivir en un mundo nuevo, en un lugar donde hay igual cantidad de hombres que de perros, donde casi no hay mujeres, donde nadie quiere trabajar y las cosas se hacen más por amistad que por otra cosa”.
Slow motion es lo que se me ocurre decir a mí. Vas manejando fisurado por ir al agua y tenés una familia entera en el medio de la calle que considera que vos sos el desubicado por querer transitar en el lugar que se le dedica a los autos.
Son estos los detalles de este lugar que en verano es el regocijo de las chachas que muestran en Instagram lo cool que son poruqe veranean en un lugar que nada tiene que ver con su invierno.
En fin, yo llegué a mi querido Despla y las olas estaban pero no convencían. Como eran las dos de la tarde, pensé que, la hora del almuerzo sería suficiente motivo para que La Aguada tuviera poca gente en el agua, ¡pero no! Había 500 personas, en pleno viernes de julio.
Me encontré con uno de los tipos más divinos del planeta, el Edu o Edú para otros, que me gritó y nos hizo ponernos al día sobre hijos, viajes, vida… Él estaba contento de su sesión en La Aguada y yo le dije que no señor, que volvía a La Pedre.
Atravesé nuevamente la vida tranquila del balneario que la tía abuela Zulema curtía en los ochentas, cuando La Pedrera era realmente La Pedrera.
Los mismos que vi en la puerta de un supermercado estaban en la puerta del supermercado, conversando, mirando pasar los autos, viviendo la vida tranquila.
Y me tiré en mi querido Despla y fue un cuasi error. El mar estaba sólido y me comí unas olas en la cabeza, agarré algunas, pero, todavía sufriendo con esto de cargar un traje 4/3 no fue fácil gozarla.
Surfié varias y salí del agua con una intermediaria que creo fue la mejor de la sesión.
Pensé en no sacarme el traje e irme para La Aguada pero el deber pedía trabajo. Me saqué el traje meticulosamente para que quede listo para ser secado lo antes posible.
Los porotos los mezclé con unos tomates Cherry y me los comí como si fuera un coq au vin, les adherí las medialunas del desayuno que me había guardado y saboreé un platazo en un tupper. Me hizo acordar al Lilo que siempre da un golpe de realidad a una vida más simple.
Ahí volvió el Edu, para apreciar mi fracaso, apareció para preguntarme como estuvo la sesh.
Le dije que los tubos estuvieron por todos lados y todos para mí. Y por un momento me creyó pero, ta.
Trabajé un rato y me fui para La Aguada donde tuve una sesión lamentable.
Una sola ola me dio “alegría”. Aunque la vida entera me da alegría si estoy en el mar.
Básicamente, yo debería haber surfeado La Aguada todo el tiempo, no ir a La Pedrera, y solo divertirme ahí.
Pero con las olas es así. El pronóstico es bueno para mañana y espero estar bien coordinado con las olas y que me toquen como las de ayer o antes de ayer (en La Honda).
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