Retro versus progresivo
Un enfrentamiento caliente sobre quienes defienden hundirse en sus tablas intentando ser Kelly Slater y los que sus bigotes no les dejan ver que con sus twin fins no pueden entubar tan profundo como la vida pide
Un "contrapunto", autoría de Martín Aguirre y Rodrigo Caballero - En la foto de portada: Rob Machado puede confundir a cualquiera. Crédito:WSL
¿Cuánto ha perjudicado a la performance la moda de parecer viejo y andar en tablas como cascotes? ¿De qué manera ha contribuido al disfrute del surfista de a pie el regreso a los volúmenes generosos, los outlines redondos y las aletas solitarias o gemelas?
¿Son putos (o al menos amanerados) todos los que adhieren a la moda vintage?
¿Son tercos y tarados todos los que se rehúsan a abandonar esa tabla que se les hunde pero es igual a la de John John Florence?
Lea con atención el material que le regalamos en las próximas páginas y responda las pre-guntas que, desde hace varios años, desvelan a los surfistas de los cinco continentes.
LA EVOLUCIÓN OCURRE EN TABLAS MODERNAS
Por Rodrigo Caballero
- ¡¿Quién mierda es ese tipo?!, exclamó un joven Matt Archibold tras ver, por primera vez, a Martin Potter infringiendo incalificables vejámenes acuáticos a las olas de T-Street. Corría el verano de 1982 o 1983 y Pottz, que aún no era una estrella pero ya le pagaban para via-jar alrededor del mundo surfando, acababa de llegar a San Clemente invitado por su amigo local.
Shane Beschen, que también local, recuerda: “Yo tenía 10 u 11 años; estaba surfeando T-Street. Las olas estaban divertidas, el sol brillaba y yo no tenía ni idea que mi percepción del surfing estaba a punto de cambiar para siempre.
Remaba de regreso al pico después de correr una ola y este chico en una tabla fluorescen-te verde y amarilla venía volando directamente hacia mí. Empecé a remar más rápido para salirme de su camino, pero el tipo se movía a una velocidad como nunca había visto hasta ese momento. Pero entonces soltó el 360 de backside más radical en mi cara. Voló spray para todos lados. Baldes. Quedé momentáneamente cegado pensando si habría logrado completar la maniobra. Cuando giré la cabeza para ver el resultado, él ya estaba en la línea, preparando la siguiente maniobra”.
Con un approach nunca antes visto, Pottz revolucionó la escena del surfing local, ya co-nocida en el ambiente por revolucionaria. “Era tan rápido y poderoso que hacía que los demás surfistas en el agua parecieran llevar un ancla atada a sus tablas”, agregó Archy.
A partir de ese momento San Clemente se posicionó como uno de los spots en donde se desarrollaba el surfing más progresivo del mundo. Parió algunas de las figuras más influ-yentes de los últimos treinta años y se tornó una fuente de inspiración para los surfistas de todas las playas del planeta.
Christian Fletcher, Dino Andino y los ya mencionados Beschen y Archibold, adolescentes por aquel entonces, quedaron perplejos ante el despliegue del ancho Martín y supieron, desde el primer momento, que lo único que querían era surfear como él. Junto a Pottz lle-gó la certeza de que la evolución del deporte corría en la misma dirección a la cual apunta-ba la nariz de su Town&Country The Saint.
"Y no se equivocaron. El surfing allende el labio que presentan los surfistas de elite en la actualidad, se debe en gran parte a lo que ocurrió en San Clemente durante la segunda mitad de los años 80, tras el Big Bang de Potter"
Y no se equivocaron. El surfing allende el labio que presentan los surfistas de elite en la actualidad, se debe en gran parte a lo que ocurrió en San Clemente durante la segunda mitad de los años 80, tras el Big Bang de Potter. Lo que hubiera sucedido con el desarrollo de la performance si el sudafricano con pasaporte inglés hubiese abrazado una moda retro y llegado a T-Street con un redwood plank San Onofre´s style sobre un carrito engancha-do a la bicicleta y unos pantalones de jean cortados a tijera, nadie lo sabe. Pero segura-mente Gabriel Medina, Filipe Toledo y Julian Wilson no estarían volando aéreos invertidos en olas de ocho pies durante las etapas del WCT.
RETRO(CEDER): La moda vintage atenta contra el desarrollo del surfing
“Los autos clásicos se ven hermosos, pero no te permiten entrar en una curva a 200 kilómetros por hora”. Rodrigo “Coco” Zeballos, Campeón Sudamericano de Rally y surfista de alma.
En la actualidad algunos de los surfistas más reverenciados por la afición corren con tablas de las llamadas “retro models”. Talentos inigualables del calibre de Dave Rastovich, Rob Machado o Alex Knost montan fishes, alaias y single fins de bordes como ladrillos, réplicas de un pasado remoto que, al entender de este cronista, limitan la performance de manera abyecta.
Ver a cualquiera de esos surfistas luchar durante decenas de metros contra una single fin pesada y rebelde, que se niega a adoptar la línea que su piloto le ordena, para finalmente colocarse a duras penas en la boca de un tubo, con las rodillas juntas y el centro de gravedad bien bajo, en una postura estéticamente exquisita, sí, pero sabiendo quien conoce su talento que si el hombre tuviera bajo los pies una tabla moderna, diseñada para correr ese tipo de ola, no se encontraría ahora en una situación así de incómoda, sino unos cuantos metros más atrás, tan adentro del barril que la visión que tendría sería una a la que el lector apenas podría acceder en un maravilloso sueño, parece una espantosa pesadilla. Una ima-gen ingrata que dispara como un resorte las siguientes preguntas: ¿Cuál es el fin que bus-can al usar esas tablas?
¿Son la estética y la plasticidad cuestiones tan importantes como para permitirles prevale-cer sobre la performance?
¿El mejor surfista es el que luce mejor encima de una ola?
El objetivo último del surfero, ¿dejó de ser transitar por la parte más profunda del tubo y salir escupido rumbo la felicidad? ¿Ya no es atractivo golpear a toda velocidad un labio que lanza como una placa de cemento desde una altura de más de dos pisos y completar el movimiento con solvencia y fluidez?
Claramente vivimos una era donde la apariencia es más importante que la performance.
"Claramente vivimos una era donde la apariencia es más importante que la performance"
Si el lector es una persona atenta, habrá notado que la mayoría de los surfistas que corren en tablas retro acompañan el vehículo acuático con otros accesorios que componen una unidad estética: Barba hipster o bigote vintage; media americana o melena desgreñada; trajes long-john a la manera de los 70, sin perjuicio de que estén confeccionados con neopreno japonés de última generación; gafas de carey de ar-mazón grueso, e incluso tatuajes de anclas o demás símbolos que remiten a una épo-ca y a una estética pretérita. Porque el vintage no se manifiesta únicamente en la ta-bla. El vintage es un estilo de vida. Una forma de ver el surfing que, a los ojos de este cronista, contraría la evolución.
Hace algunos años, empujado por la corriente, le pedí a Jeff Bushmann, autoridad en materia de tablas de surf, que me shapeara un single fin a la manera de los años setenta. El mago de la plainer me habló sin pelos en la lengua:
“¿Para qué quieres esa bosta? ¿Vas a resignar 40 años de evolución por una simple moda?”
NO HAY FORMULAS
Por Martín Aguirre
Kelly Slater arruinó a toda una generación de surfistas. A ver, no es que el mejor de todos los tiempos no haya tenido una influencia positiva entre quienes arrancamos con esta adicción casi al mismo tiempo que él su carrera. Y que todavía no nos siga inspirando, mostrando que a los 46 años se puede pelear cabeza a cabeza con las nuevas generacio-nes. Pero en materia de equipamiento, nos enterró en el fondo del abismo.
Recuerdo claramente una revista Surfer de principios de los 90, donde Kelly aparecía mostrando una de sus tablas de entonces, una 6´1, fina como un papel, de aquellas que traían como gran innovación unas cintas de fibra de carbono en torno al alma. Comparar aquella obra de arte, elegante, sofisticada, moderna, con la 6´5 en la que acababa de aprender a correr la pared de una ola, era una cachetada en la cara de mi amor propio. Pa-recía un dinosaurio compitiendo con una gacela.
Como tantos desgraciados de aquel tiempo, corrí al shaper local de mi playa a ponerme a tono con la moda. Y conseguí lo que buscaba. Una tabla 6´0, delgada y afinada, casi como la de Kelly. La alegría me duró hasta que llegué al agua.
Esa tabla, y sus sucesoras al estilo, fueron las responsables de trancar mi progreso en el surfing al menos por una década. La necedad, tan propia de los que amamos este deporte (si no, nos dedicaríamos al fútbol al básquet, al curling, o a cualquier cosa, hizo que culpa-ra a mi propia mediocridad de todos los males que me aquejaron ese tiempo: poca capaci-dad de tomar olas, inestabilidad en las condiciones movidas, falta de seguridad en los gi-ros en olas gordas.
Seguramente mi mediocridad debe haber tenido mucho que ver. Pero cuando un amigo me prestó una de esas tablas retro twin fin durante un viaje a Brasil, fue como una epifanía.
De golpe, podía tomar olas, podía afirmarme con fuerza, podía divertirme, sin caer en cada zapateo para tomar velocidad. Dos preguntas me asaltaron en ese momento: ¿Qué había estado haciendo todos esos años con tablas que no eran para mí, o para las condiciones en las que un surfista “normal” se mete al agua? ¿Cuánta gente en el mundo había padecido de la maldición de Kelly?
Por supuesto que eso no significó que me convirtiera en un pichón de Dave Rastovich y me pasara a la onda retro para siempre. A nadie en su sano juicio se le ocurre llevar una tabla de esas en un viaje a Nias, por ejemplo, donde la intención es entubarse lo máximo posible. Pero del mismo modo que nadie se lleva una 6´6 pintail si le cuadra un viajecito con la familia a alguna ola gorda de Costa Rica.
El problema, como suele pasar con casi todo en esta vida, son los dogmatismos. Es tan absurda la moda de salir a imitar las tablas de Kelly Slater, cuando nuestro surfing y las olas que frecuentamos no tienen nada que ver con lo suyo, como cuando viene el furor onda Craig Anderson, y los picos se llenan de barbudos con aires hipsters y tablas que parecen una puerta de calle revenida.
"El problema, como suele pasar con casi todo en esta vida, son los dogmatismos. Es tan absurda la moda de salir a imitar las tablas de Kelly Slater, cuando nuestro surfing y las olas que frecuentamos no tienen nada que ver con lo suyo, como cuando viene el furor onda Craig Anderson, y los picos se llenan de barbudos con aires hipsters y tablas que parecen una puerta de calle revenida"
Hay otra cosa que hay que entender. El surfing, al menos en la forma que lo practicamos la mayoría de los mortales, es un deporte donde se compite contra uno mismo. Entonces puede ser comprensible que un tipo que es profesional, que le pagan por pasarse ocho horas al día en el agua, que viaja cuando quiere a los mejores lugares de olas, tenga que estar buscando formas de superarse, de desafiar su propio talento, para divertirse.
Esa parece la explicación más razonable para ver a tipos supertalentosos como Rastovich o Anderson, meterse en días épicos con tablas que les complican más que los ayudan. Que les impiden de repente entubarse de la manera que una tabla de otro tipo les habilita-ría. ¿Qué les importa? ¿Si ya tienen más horas de tubo que las que tendremos nunca los amateurs que los miramos entre admirados y desquiciados? Es probable que para ellos ese tubo a medias con una tabla de porquería sea más desafiante, más satisfactorio, que con un equipo estándar de acuerdo al canon contemporáneo.
Lejos de frenar el avance tecnológico, de ser un retroceso en la innovación en equipamien-to, eso puede ayudar en ese sentido. Así como la ciencia nunca llega a un final en el ca-mino del progreso, el diseño de tablas tampoco debería aspirar a ello. Que cada tanto, haya gente que pegue una frenada, y se ponga a investigar y a experimentar con el pasado, bien puede ser algo revolucionario. Algo que permita abrir una nueva puerta, poner en duda las verdades absolutas de hoy, y rescatar las cosas buenas que sin dudas debe haber habido en otros tiempos. ¿Hay algo más innovador que eso? ¿Hay algo más conservador que aferrarse a la moda del momento y creer que todo lo de antes solo fue malo y atrasado?
No sé si el mejor surfista es el que más se divierte. Pero tomarse las cosas demasiado en serio, nunca ha sido una buena receta para nada. Menos para el surf.
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