Sobre la el surfing político y la imperiosa necesidad de que todos se lleven bien

El encuentro de estos mundos es y parece que siempre será un tema a considerar para que las oportunidades sean más para todos


El surfing y la política jamás se han llevado bien. No sé si decir que lo lamento muchísimo porque hay una parte de mí que cree que está genial vivir como un paria, fuera de todos los estándares que comandan una vida tenue, gris e infinitamente aburrida y repetida.

Es hermoso despertarse de madrugada, surfear unas horas, salir a desayunar, tal vez volver al agua, tal vez trabajar un rato, estirar, meditar, almorzar y volver al agua. Sin estar en contacto alguno con ninguna estructura federativa, organizativa o social.

Todo lo que sucede es siempre diferente, las olas nunca son las mismas y la vida transcurre en contacto con la naturaleza, que, hasta el capitalista más estricto de Wall Street busca cuando se va de vacaciones. Es simplemente maravilloso estar cerca de las olas (siendo solamente generosos).

Pero, resulta que siempre pasa que en el mismo mar que todos compartimos suceden cosas. Por ejemplo, puede haber un joven talento que puede que venga de una familia más humilde que hace que uno sienta el incentivo de ayudarlo.

Ese gurí tiene una chance de salir adelante por medio del surfing, y al querer dar una mano se sale del mundo de la conformidad, de la comodidad.

Se da ese paso y se ingresa en un nuevo mundo; estructurado y no tan libre como el día a día recién descripto.

Puede suceder que haya estructuras de competencia muy caras, excluyentes o logísticamente complicadas… Pueden hacerse complicadas las cosas porque no es fácil seguir un circuito e ir de aquí para allá siguiendo cada parada.

Entonces con todo el espíritu positivo, cooperativo y pacífico quien quiera involucrarse se da de frente con que tal vez las reglas de una federación equis son determinadas, o que de repente se corre la voz de que dicen que este conoce a aquel y que sospechan que tal vez uno es amigo de otro que es el que patrocina a otro. O que dicen que los jueces son amigos de el otro que paga las cuentas del amigo de no se sabe ni quién es.

Y la cosa se pone complicada porque al querer ayudar, aquella persona que vio un talento joven en una playa pacífica, en un estilo de vida tranquilo, se da contra una pared complicada.

Este ejemplo puramente alegórico aplica para discordancias de todo tipo, de las que estamos acostumbrados a escuchar por todos lados. 

Esa pared, dependiendo del país, para quien quiera atravesarla, va de un cruce subido de tono, una pelea a golpes o una mafiosa amenaza de muerte.

Esto pasa en el fútbol, en la natación, en el basket, y no está bien que suceda en ningún lado.

Llama la atención particularmente en el mundo político del surfing, donde se ha perdido más dinero del que se ha ganado; se me hace difícil encontrar un político de surfing que siendo presidente de una federación nacional se haya llenado de dinero.

Más me da la impresión que quienes trabajan como directivos en las federaciones pierden más plata de la que ganan.

Y tal vez peco de inocente. Es cierto que hay países donde el deporte ha crecido mucho y se ha movido bastante dinero, pero las formas de dirigir las federaciones no parece ser razón suficiente para guerras, entredichos y enemistades.

Y también peco de utópico, ¿por qué no se puede dirigir el deporte en unión y alegría, entendiendo que hay distintas posturas y que todas son igualmente respetables?

Es utópico, pero me gusta pensar que es posible.

Y ahí es cuando me parece pertinente llamar a todas las federaciones y a todos los surfistas a hacerse de paciencia y buena voluntad, para no pelear, para ir para adelante juntos, logrando un mejor surfing por medio de un acto de voluntad bondadosa.

No sé si es mucho pedir. Espero que no.

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