Foto de portada: ISA-Evans

Cada tanto, swaipiando en las redes sociales, me descuartizo de la risa viendo a un “influencer”, pseudo surfer, presuntamente relacionado con el mundo del surfing posando con sus productos relacionados con el mundo del surfing.

Nos compartimos entre amigos el “defecto” del mercado, de la industria, la asimetría de información que existe y entre todos nos descuartizamos de la risa.

Pero la realidad es que detrás de esas risas y de esa “inocencia”, si se quiere de parte de marcas tradicionalmente surfers y otras wannabes que quiere pasar a ser marcas surfers, hay una realidad muy triste.

Porque todo esto implica un engaño: Se quiere vender y mostrar surfing usando algo que realmente no lo es; o por lo menos, que honestamente no lo es, no es surfing de verdad. Es, como se dijo arriba, pose.

Lo triste es que de alguna manera u otra la gente “compra”, o “le gusta”, algo que es un engaño. Si se quiere, es un cuasi engaño.

Hay 850.000 surfers de verdad en todo el mundo que perfectamente pueden mostrar el producto, vivirlo, adjudicarlo, realzarlo, amplificarlo y es a ellos que debería ir la ganancia y no a una especie de carilindo que ha logrado convencer a un gerente de marketing de una marca surfer o cuasi que nada sabe de surf que él es una buena publicidad y apenas se sabe parar en una tabla.

Este es un simple comentario, para que esos valiosos recursos que la industria del surfing o la que quiere ser del surfing vaya a verdaderos surfistas y no a pseudo surfistas.

Pero lo más importante viene por saber que la marca al hacer esa corrección va a ser mucho más bien recibida por el público core del surfing que es el que al final de cuentas genera esa expansión de lo endémico hacia lo no endémico; como toda la vida ha sucedido en la industria del deporte generando importantes ganancias a marcas que llegaron bien lejos.