Filipe no se comió la pastilla (y esperemos que nunca lo haga)

En un mundo en el que sus compañeros se parecen más a estrellas de reggaetón, el de Ubatuba mantuvo la pose humilde, padre de familia y amigo de los amigos


Cobertura especial presentada por Corona Uruguay y Punta Surf House

Son detalles que no pasan inadvertidos, más de uno podrá decirme que esto no tiene nada que ver con el surfing pero la transformación de un surfista o de un atleta de cualquier deporte luego de que la fama y el dinero lo apabullan no es menor, y es a destacar porque termina afectando su carrera deportiva.

Al final de cuentas, sí, netamente lo que hacés en la cancha es lo que te hace grande en deporte, pero lo que hacés afuera, te hace gigante. Estos son mis dos centavos.

En 2019 en Miyazaki, cuando Italo Ferreira llegó tarde a su serie, surfeó con bermuda de vestir y tabla prestada de Filipe y en cinco minutos pasó de nada a ganarla, Ferreira era un gurí humilde, accesible, me dio la primera entrevista con total simpatía, cercanía, humildad.

No había ganado nada todavía.

Luego del tour 2019 y luego de Tokio 2020 se convirtió en un ser inaccesible. Pero no solo eso, en una especie de estrella de Reggaetón que muestra músculos, autos que rompen dunas, joyería, novias modelos, etcétera. Se comió la pastilla.

Claro, sí, son observaciones que uno hace de lejos. Conozco a alguien muy cercano a él que me insiste que no es así como lo digo. Pero soy libre de pensar que me gustaba más el Italo de antes, humilde y tranquilo, aquel que se encerró en el baño a gritar: "¡Lo conseguí, lo conseguí!" que el que presume con su Rolex y su camisa Louis Vuitton.

A Medina lo vi en persona en los sudamericanos de playa que organizamos en Punta del Este, Uruguay en 2009 y luego, también en persona en Nueva Zelanda 2010, donde ganó su primer título mundial. Un gran muchacho, un joven profesional dedicado, educado, simpático y cercano a la gente.

Da pena hacer el recuento porque Gabriel se convirtió en uno de los mejores atletas de la historia de Brasil y del mundo, pero en el camino en el que creció, se mareó y ni corresponde dar detalles que ya fueron dados por 150.000 revistas que a eso se dedican.

Y claro, todos somos humanos y todos somos pecadores y vaya uno a saber lo difícil que debe se restar en sus zapatos.

En El Salvador lo vi mal, con mis propios ojos, y luego me enteré que se había lesionado y no me llamó la atención.

Y me da pena. Y es ahí donde se toca el carácter, la disciplina, los principios y los valores con la vida deportiva de los atletas. Creo que hablar de eso es hablar de deporte, se quiera o no.

Y en ese trío de los principales motores de la tormenta brasileña está Filipe, que empezó como estrella, que tuvo a un padre extremadamente posesivo en su carrera de quien supo con el tiempo tener la distancia emocional óptima, se casó joven, tuvo familia y entendió qué es lo importante de la vida.

Lo vi en El Salvador también, miraba a los costados, saludaba, y yo periodista pero también fan, me gustó que me salude y me encargué de decirle que tiene la cabeza bien puesta (a mi manera).

Entendió que bajar la cabeza, ser atento y gentil con todo el mundo, ser educado, ser el mismo botija de Ubatuba que le gustaba mucho el surf, iba a ser el camino para ganar títulos.

Y así ayer ganó el primero. En su camino, cuando iba cargado por la playa, se bajó generando incertidumbre en la seguridad del evento, para abrazar a su madre, a su hija y a su esposa. Lo más importante de la vida.

Ojalá mantenga esa actitud para siempre.

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