La rigurosidad histórica como tarea pendiente del surfing latinoamericano

Un evento y una discusión en Facebook dejó planteado un gran vacío al momento de leer hechos relevantes del pasado reciente


Hay quienes niegan el holocausto del pueblo judío, quienes niegan la existencia de desaparecidos en las dictaduras latinoamericanas y quienes niegan que el hombre haya pisado la luna.

Si en campos donde la historiografía ha puesto el ojo y miles de horas de trabajo, existe lugar para que suceda lo dicho en el párrafo anterior, en otros menos estudiados los huecos son más grandes.

En el surfing, por su joven edad, o por su característica de ser un deporte menor, sucede algo así.

Ni siquiera se debate si el deporte nació en la Polinesia o en donde hoy es Perú. Los anglosajones dan por sentado una cosa y los más leídos latinoamericanos, otra, y, poco se avanza en cada uno de estos hechos mucho menos en cruzarlos –son pocos, muy pocos los historiadores que lo han estudiado-.

Pero no hay que ir tan atrás como hasta el nacimiento del surfing para encontrar posturas distintas sobre algo importante y encontrar que queda mucho trabajo historiográfico por realizar.

La semana pasada se realizó un evento que celebró 40 años de surfing libre en Argentina; el evento se anunció y se realizó de principio a fin sin cuestionamiento alguno. Un día más tarde resultó que los pioneros del surfing en ese país cuestionaron la autenticidad del motivo de la celebración.

Estos dijeron que el surfing jamás fue prohibido, pero al mismo tiempo dieron cuenta (ellos y otros participantes) que a uno se lo llevaron los policías, a otro que le confiscaron la tabla y otros que se tenían que tirar desde un lugar de una playa determinada porque si no los inspectores o los salvavidas o los militares te sacaban del agua.

Se sabe de una ordenanza que se elevó entre el 66 y el 73 que prohibía el surfing entre las nueve y las seis de la tarde, que fue aplicada de alguna manera u otra, en mayor o en menor medida.

El presidente de la ISA, Fernando Aguerre, dice que él logró junto con su madre, que era abogada, Norma Mattalia, que los dejen surfear en El Torreón donde por casi un año no se permitió surfear.

Es claro que lo que recuerdan los protagonistas de la época son relatos antagónicos. También el concepto de que algo es prohibido puede variar dependiendo de cada ser humano. Pero al final de cuentas no se termina teniendo una idea clara de cómo fueron las cosas.

Frente a esto queda una investigación planteada y un hueco que un historiador podría llenar.

Mientras que no lo haya, termina habiendo lo que se ve en ese grupo de Facebook: 120 comentarios de personas contraponiendo sus percepciones y recuerdos que en conjunto no brindan una versión clara de lo que realmente sucedió.

El surfing se merece una lectura más clara de todo eso.

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