Opinión: El Salvador se convirtió en un país maravillosamente anormal

Lo que está sucediendo en la nación centroamericana es un ejemplo a repetir por el resto del mundo; el agua salada chorrea por todos los rincones del gabinete


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Resulta difícil entender o procesar lo que está sucediendo en El Salvador en este momento; no es normal que todo un gabinete de ministros vaya a la inauguración de un torneo internacional de surf, ni tampoco que en el marco del mismo el presidente de la nación reciba personalmente a los atletas y personas relacionadas.

Tampoco es normal que la ministra de turismo esté presente en el campeonato todos los días, a la orden de todos los atletas, personal y periodistas que fueron invitados a asistir. Que converse de tú a tú con todos y se disponga a ayudar en lo que sea, sin intermediarios ni guardaespaldas ni protocolo ni diplomacia alguna.

No es normal que un presidente brinde una hora de cara a cara a periodistas de surf, responda a todas sus preguntas y planteos, con generosidad absoluta, sin peros ni reglas; como debe ser.

No es normal que defienda el skate en su ciudad y el surf en su mar, ni que entienda que al surfista le gusta una posada sencilla y cómoda y no un edificio de 20 pisos y que en ese intercambio se entere que al mar no le hace bien ese edificio.

Se dice, más que nada en charlas de amigos y en charlas con uno mismo que la vida es mejor surfeando, que uno sale del agua siendo mejor persona que cuando entró, y no es normal que un presidente diga que una nación es mejor si todos se animan a ir a surfear, que esto genera mejor salud y previene todas las enfermedades relacionadas con sedentarismo.

No es normal que un presidente se involucre en el bienestar de los mejores surfistas de su país, ni que los trate como atletas de élite, que sus resultados, su futuro sea respaldado y difundido por el propio mandatario. ¿Cuántos presidentes saben el nombre de un surfista de su país?

No es normal que un candidato a presidente tenga como uno de sus principales argumentos de campaña convertir su país en un epicentro del surfing mundial y que con esto termine ganando por abrumadora mayoría.

Tampoco es normal que un presidente sea tan joven, que tenga 38 años, que defienda todo esto y que jamás haya ido al agua a deslizarse en una ola (dijo que si lo hace parte la tabla y se parte a sí mismo).

No es normal que el mismo presidente baje los beneficios a sus ministros para bajar el costo del Estado.

No es normal que el mismo presidente se presente como “papá de Layla” en Twitter, en lugar de sacar chapa de su cargo de “presidente”, no es normal que Layla sea protagonista en la asamblea de la ONU, que se saque una selfie en pleno discurso para enseñar a los dinosaurios que el mundo hoy funciona de otra manera.

Tampoco es normal que ese presidente jovencito deje en falsa escuadra a Maduro y que sus comentarios disruptivos terminen agradando a un ser no tan simpático como es Donald Trump.

El surfing no es “normal” (pregúntenle a los que querían deslizarse en los sesentas y setentas). En una cancha de fútbol hay dos arcos que no se mueven, en una de volley una red que está ahí quietita, lo mismo se aplica a cientos de actividades. En el surf, todo se mueve, todo brilla, asusta y desafía. Y lo que seduce no es más lo físico sino lo espiritual y mental.

Sea como sea, sí parece normal que un gobierno anormal adopte como normal motivar algo tan maravilloso como amanecer rodeado de las olas, con la brisa soplando desde la tierra y una vida entera quebrando por delante. ¡Nada puede ser más lindo!

¡Que no se rompa el encanto, El Salvador! ¡Que todos los gobiernos sean más surfers, que vayamos descalzos a trabajar, que nos chorree el agua salada por el cuerpo, las 24 horas del día, los 365 días del año!

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