Peter Mel: “Estaba literalmente en un agujero. No quería ver a nadie”

El ganador de los XXL Awards contó lo que vino después de la ola de su vida; algo similar le sucedió a Greg Noll en el 69 y a Ken Bradshaw en 1998; la homeostasis y la explicación científica


Luego de deslizarse en una de las mejores olas de la historia jamás surfeadas en Mavericks, Peter Mel tuvo un bajón importante. “Estaba literalmente en un agujero, no quería ver a nadie”, declaró a la revista Stab.

“Fue la cosa más extraña. No quería socializar. No era depresión, era demasiado y ya no quería lidiar con eso. Fue una sobrecarga”, agregó.

Según cuenta la crónica el big rider, comentarista de la WSL y dueño de un surf shop en California estuvo el día entero encerrado en una habitación oscura en su oficina y todos sus compañeros de trabajo tenían la orden estricta de no acercarse.

Mel no fue el primero que se sintió así. El golpe de adrenalina fue tan fuerte que Greg Noll, luego de surfear la que en ese entonces fue considerada la ola más grande de la historia, en Makaha en diciembre de 1969, simplemente dejó el surf y se fue a vivir a Alaska donde pasó 20 años trabajando de pescador comercial.

Otro ejemplo fue el de Ken Bradshaw, que el 28 de enero de 1998 surfeó la que hasta ese momento fue considerada la ola más grande de la historia, una bomba de entre 60 y 80 pies en el outside de Log Cabins, en el North Shore de Oahu.

“Bradshaw cayó en una depresión existencial”, escribe Matt Warshaw en su Enciclopedia del surf sobre el suceso. “¿Cómo podré lograr un efecto tan alto otra vez?”, se preguntó públicamente. El surfer cambió un poco su rol y se convirtió en el coach de quien era su novia, Layne Beachley, ayudándole a ganar el primero de los siguientes siete títulos mundiales.

Según recoge Stab, hay una explicación química a todos estos hechos, la doctora Anna Lembke, autora de “Nación dopamina”, explica: “Cuando estás en ese estado de excitación, ya sea generado por rendimiento, compitiendo en los Juegos Olímpicos, y tienes un aumento de dopamina, tu cerebro buscará corregirlo inmediatamente mediante la baja de tus propios receptores de dopamina”.

“La dopamina lleva a cabo muchos roles importantes, incluyendo como sentimos placer y dolor. Cuando llegas al máximo de tus niveles de dopamina, tu cuerpo recupera su equilibrio forzándote a soportar una cantidad equivalente de dolor. El cerebro restaura la homeostasis no simplemente pasando de la desviación al nivel, sino que inclinando una cantidad igual y opuesta de dolor. Ese es el precio que uno debe pagar por cualquier placer”, informa la doctora Lembke.

“Esencialmente, llegas a casa y tienes un bajón justo como el que tendrías por una droga. Eso genera ansiedad, irritabilidad, insomnio, depresión y pensamientos ansiosos e intrusivos…. Este tipo de cavilaciones negativas vienen con este tipo de éxitos o experiencias máximas”, finaliza.

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