Muchas cosas han cambiado en el mundo del surfing, mucho se habla de la pérdida de espíritu de una actividad que se debate entre ser un deporte olímpico o una actividad energética; entre ser un producto audiovisual mainstream seguido también por facebookeros de Kirguistán o algo que comparten solo aquellos que lo practican; se debate si la pelea de Tanner y Michael debe dejarse como una cosa de las de siempre en el North Shore o si la misma debe resolverse en el Tribunal de La Haya.

En medio de esa turbulencia de debates y de cambios, hay algunas cosas que permanecen iguales y que se aprecian, que emocionan, que cambian agendas, que para muchos son mucho más importantes que la final de Boca y River, o la final del mundial o cualquier otro evento del planeta.

Hoy comienza una de ellas: El Pipe Masters. Claro, el evento y todo lo que rodea tiene mucho de las convulsiones mencionadas en el párrafo anterior, pero la ola es la misma y esa milésima de segundo en el que, cuando ingresa la bomba, el surfer decide darse vuelta, remar con el corazón y mandarse al precipicio, achica las pupilas de todos, agranda el corazón y detiene la respiración... Eso sigue siendo igual.

Dicen que en el primer Pipe Masters, en 1971 –que se corrió en un día-, el surfer californiano Corky Carroll embaucó al especialista de la ola, Gerry López, llamó a decirle que ese día no habría evento. El rey de la ola dedicó el resto del día a hacer cualquier otra cosa y el evento a la postre lo ganó Mister Sunset, Jeff Hakman.

Los dos siguientes, Lopez no confió en Carroll y campeonó él.

En estos 47 años, en esa ola, nacieron leyendas, murieron carreras, murieron surfistas, se lesionaron cientos, y a cada comienzo de un torneo se encendió eso que siempre tuvo el campeonato: La reina de las olas con los mejores surfistas y una tradición de huevos combinados con clase, factores fundamentales para surfear bien ahí.

Hoy empieza el Pipe Masters y miles de surfistas lo tienen muy presente en la agenda y en el corazón.