Algunos apuntes tras ver Kissed by God, la película de Andy Irons

Un respiro de honestidad en un ambiente en el que esta hace mucha falta


Me acuerdo perfectamente de lo que estaba haciendo cuando me enteré que Andy Irons había muerto. Inmediatamente le conté a un amigo que tenía el mismo nivel de fanatismo que yo y reaccionó descreído, como si se tratara de un familiar cercano.

Unos días más tarde organizamos una noche en honor al tricampeón, vimos un VHS de Raw Irons, aquel peliculón que había acompañado nuestra adolescencia. Entre copas y lágrimas, lejos del calor de Kauai, le rendimos nuestro humilde homenaje.

El domingo pasado fui a ver Kissed by God. Manejé 130 kilómetros para ver la película, y fue un momento similar al de ocho años antes, en el que uno entrega el corazón a una historia que le importa y sabe que lo conmueve. Fui con el corazón preparado para ser golpeado y salí lleno de moretones.

La diferencia entre un momento y el otro, en los ocho años que pasaron, fue que Kissed by God terminó definitivamente con la hipocresía; antes Andy era el Andy que nos pensábamos que era, ese que una industria entera, una organización deportiva internacional, su familia y amigos escondieron, y que terminó con su muerte por el abuso en el consumo prolongado de drogas.

Lo que descubrí con la película fue que si el primer Andy era fascinante, el Andy de verdad lo era mucho más, aunque claro, con un montón de oscuridades. Un deportista de élite que mantenía la excelencia en la cancha sufriendo de un importante desorden bipolar, que consumía permanentemente drogas y que de fiesta en fiesta igual lograba ganar campeonatos. Esto, por supuesto, no lo digo como algo digno de admiración, sino todo lo contrario; demuestra que era un fuera de serie. Y, queda claro que incluso para él, cuando más ganó fue cuando bajó un poco la cabeza y se dedicó a estar tranquilo con su futura esposa, Lyndie.

Es un filme fascinante de principio a fin que, como la vida del surfista lleva a la audiencia en una montaña rusa de emociones, desde la casualidad de cómo se conocieron sus padres, su posterior divorcio y el impacto que tuvo en Andy, el comienzo del éxito del surfista siendo muy joven, los primeros episodios de abuso y sus consecuencias y toda una banda de amigos que pasó acompañó y en muchos casos atravesó por un infierno similar. Finalizando con las épocas más espantosas y su posterior muerte a los 32 años.

Todo contado, sin ataduras por el entorno más cercano del surfista y por varios de los mejores del mundo. Ilustrado también con datos sólidos sobre la industria farmacéutica que rellenó el mercado de opioides que fue lo que dicen terminó de quitarle el espíritu a Irons.

Por encima de todas las cosas la película es muy dura. Andy no vivió para ver a su hijo nacer un mes y seis días después de morir, pudo ganar más títulos, meterse más tubos y seguir influyendo positivamente, pero se murió solo en un cuarto de un hotel en Texas, tan lejos del verde de Hawái.

Kissed by God da un respiro de honestidad en un ambiente en el que esta hace mucha falta.

Es imperdible, se va a convertir en un clásico para la historia del surfing y ojalá en un arma contagiosa de otras historias honestas, que este ambiente tanto necesita.

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