"Sentía que me iba a ahogar (…) Le di las gracias a la vida y me preparé mentalmente”
Entrevista a Alvaro Vizcaíno, el surfista que cayó de un acantilado, estuvo dos días a la deriva y sobrevivió para que su historia se convierta en película y, ahora, en libro
Por Carolina Domínguez, desde Madrid
“Pero, ¡qué cojones haces aquí, gilipollas!”, se dijo Álvaro a los gritos. El surfista madrileño estaba solo, sostenido de las piedras por la barriga, el pecho y las manos, colgado de un acantilado en la isla de Fuerteventura, Islas Canarias.
“Uno, dos, tres, cuatro, cinco…”, se repetía en voz alta cuando contaba serie tras serie las olas que golpeaban allá abajo, contra las piedras. Al saltar, tenía que haber agua y evitar caer directamente a lo duro. Y con todas las lesiones que ya tenía, debía esforzarse para saltar alejándose lo más que pudiese de la pared, eso aumentaría sus chances de que el inminente impacto fuera lo menos duro posible.
Intentó no mirar hacia abajo porque eso lo haría perder el control, aunque tenía claro que la caída era inminente. “Para mí era una muerte segura o una lesión extremadamente grave”, recordó en diálogo con DUKE sobre aquella mañana del 7 de septiembre de 2014 en la que resbaló en una zona de dunas y cayó desde 12 metros de altura.
Una vez más, iba en busca de la ola perfecta, estuvo colgado durante varios minutos y sobrevivió por más de 48 horas perdido, sin comer, ni beber, con el cuerpo malherido y la cadera rota en tres partes. El relato de lo que le sucedió se transformó luego en película, Solo, y ahora estrena su libro con el mismo nombre.
“Recuerdo el crack que hizo mi espalda”, dice Álvaro.
¿Cómo sobrevivió a las olas con ese dolor?
El dolor era tan intenso que perdía el conocimiento cada dos por tres. Tuve espasmos y convulsiones. Cuanto más nadaba, más luchaba, peor me ponía… Así que cambié la estrategia y me tendí en el agua, me relajé.
¿Ese fue el momento más extremo?
Sin duda. Sentía que me iba a ahogar, me entraba el agua por la nariz. Le di las gracias a la vida y me preparé mentalmente.
¿Y su tabla?
Quedó enganchada en el terraplén. Yo estaba solo en el agua.
¿Y cómo le ayudó el surf en todo esto?
Me ayudó muchísimo. Salir de ahí fue la remada de mi vida. Después de más de una hora en el agua logré llegar hasta la arena. El tercer día decidí que me tenía que meter en el mar nuevamente. Era quedarme en la playa o hacer algo. No me quería reprochar a mí mismo el no haberlo intentado. La vida se basa en decisiones. Y yo quería vivir.
Después de 48 horas en la playa con las costillas rotas, sin comer, sin beber, ¿cómo hizo para levantarse y decidirse por nadar para salvarse?
Me tuve que arrastrar con los codos. Me entablillé un brazo con una tabla y una red que encontré y con un corcho logré que mis piernas pudieran flotar. Comencé a nadar y solo pensaba en mis brazos. No pensaba en los peligros, ni en que no llegaría a ningún sitio, ni en la hipotermia.
¿Quién lo rescata? ¿Y cómo?
Vi un punto. Era un barco. Me centralicé en la remada y después de casi dos horas quise gritar y me di cuenta que no tenía voz. La mentalización del surf me ayudó a concentrarme ante el peligro y tuve que llevar la fuerza que había puesto en mis brazos hacia mis pulmones para lograr que me escuchen.
Vizcaíno volvió a surfear cuatro meses después de este accidente. Si bien no estaba en las mejores condiciones físicas para meterse en el agua, el mar para él sigue siendo una parte importante en su vida.
Hoy tiene 42 años y vive en Fuerteaventura, aunque viaja mucho para dar charlas de motivación personal y superación. “El surf es una conexión continua emocional, mental y física. Es una prueba de superación diaria”, apostilla el deportista que reconoce que está leyendo el libro ‘El milagro de los Andes’, de Fernando Parrado porque ve reflejada su experiencia en aquella historia. “Tal y como le sucedió a ellos, salir de allí dependía de mí. No podía esperar por nadie”, explica.
El surf es un reto, pero uno tiene que saber cuáles son sus límites. Eso es algo que deja entrever en cada una de sus respuestas. “Este deporte y el miedo van de la mano”, dice al recordar la ola más grande que lo envolvió en su vida, justo antes del accidente. “El pico más alto es Punta Mejillón en el norte de Fuerteaventura. La ola es brutal. La bajé dos veces. Una experiencia heavy”, dice. En su primera ola, todo fue bien, y en la segunda, todo falló.
“Fue el susto de mi vida. La tabla empezó a dar saltos en un punto de la ola. Tendría que haber llevado una tabla más grande, usé un 6’6 y necesitaba un 7’10. La ola me cayó encima cuando hacía el hottom. Fue agobiante y violenta”, reconoce.
Hoy la historia del empresario español apasionado del surf llega a todas las librerías con una novela recientemente publicada por Penguin Random House, escrita en primera persona. Vizcaíno transforma su experiencia al borde de la muerte en un relato inspirador cuyo mensaje principal es la urgencia de vida. Y en este camino navega desde la negación de la situación, al enfado por haber tropezado, el pánico y luego el instinto de supervivencia. Una experiencia que también ha inspirado la película documental homónima de Hugo Stuven Casanovas.
“Es la historia de cómo una ola cambió mi vida”, señala el joven en el libro en el que reconoce que no es una persona muy diferente al del día del accidente. “Soy igual de listo o de tonto, de alegre o de taciturno, de inseguro o de confiado que antes. Lo único que ha cambiado es la certeza de no hacer cosas que realmente no quiero hacer”.
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