Una epopeya que da gusto vivir

Entrega 2 del diario de un viaje a Japón: No hay tres días sin dormir, pandemias y protocolos covid, que apaguen las ganas de trabajar en este milagroso Tokio 2020


Tokio siempre moderna, siempre impactante. Foto: Zanocchi

La cobertura especial del surfing olímpico es presentada por Surf City SwellboardsCris SalMilano SurfboardsVisslaALAS Pro TourCapi Bar y Chivipizza 

Es viernes a las 17:00 en Japón. Partí de mi casa el martes a aproximadamente esta hora, entre pitos y flautas, debo llevar tres días de aeropuertos, conexiones, testeos de covid, protocolos de covid y varios sustos porque son los Juegos Olímpicos, en Japón, y todo se toma muy en serio.

Sin ir más lejos, casi no me dejan subirme al avión que me llevaba de Los Ángeles a Tokio porque un número estaba puesto mal en el papel del covid oficial que piden de la organización de Tokio 2020.

Tras finalmente llegar a Tokio, es verdaderamente impresionante el dispositivo que los nipones han puesto para verificar que se haya cumplido cada paso de lo que se ha pedido.

Básicamente uno atraviesa, muchas veces sin entender mucho, unos 10 o 15 puestos de control en los que te piden papeles, apps, declaraciones juradas y finalmente te toman un test con tu saliva. Debes escupir una cantidad mínima que luego es testeada.

Kanoa Igarashi en el aeropuerto de Haneda. El surfing vino para quedarse. Todas las fotos: Zanocchi

Yo llegué con el siemrpe carismático equipo de Jamaica; a la hora del testeo, no hay simpatías. El Covid te puede dejar afuera y la realidad es que nadie sabe que lo tiene. Ya más de 20 atletas han dado positivo, también ha sucedido con oficiales y demás.

Esa media hora de espera, por más recaudos que uno pueda haber tenido y una vacuna completa arriba, siempre despierta “miedito”.

El protocolo está hecho como para que uno camine, ponga cara de duda y los siempre simpáticos y serviciales nipones estén ahí para ayudar.

Así fue que llegué hasta el final de todo y salí del aeropuerto. Por un momento pensé que mi suerte se había acabado y que ahora estaba por las mías, pero no, claro que no. Con Covid en la vuelta nada dejan al azar: Aparecieron varias personas de la organización a preguntarme donde quería ir, que ellos me llevaban.

Muerto, mi primera postura fue la de ir al hotel, darme un baño, trabajar otro rato para luego ir al centro de prensa a buscar las acreditaciones correspondientes para ir a la ceremonia de apertura.

Pero así como el surfing es nuevo para los juegos olímpicos, los periodistas de surfing somos nuevecitos. Escuché a dos comunicadores jamaiquinos insistiendo que iban al centro principal de prensa. Consulté sobre las distancias del hotel y demás y claramente era mejor estrategia esa.

Y sin dudas lo fue: En un edificio increíble, con una estructura impresionante, funciona el centro de prensa y ahí, ni bien llegué me enteré que la fila para los pases a la ceremonia ya había comenzado. Eran algo así como las 830 de la mañana y los cosmopolitas compañeros me ayudaron guiándome.

Llamó la atención ver a este barbudo con una tabla de surf, valija y como siempre, desorganizado.

La fila se sufrió, tuve que cancelar un primer vivo con panelistas de lujos, pero terminó bien. Con el pase en mano seguí mi recorrido: Vouchers de taxi; solo se puede usar oficiales que deben reservarse con tiempo. Tarea harto difícil, especialmente un día como hoy, de ceremonia.

Ya veremos cómo nos va. El chaleco de fotógrafo, sin él no puedo entrar al estadio, el chip para usar celular nipón, las consultas sobre el transporte de mañana hasta la playa.

Fue larguísimo el ida y vuelta, caminando por el lugar gigante con sobre de tablas en una mano y la valijita en la otra.

Pero la satisfacción fue grande: Cientos de periodistas de todo el mundo están acá. La sala principal tenía más de mil personas de distintas nacionalidades trabajando, con foco en distintas disciplinas y actividades.

El sobre de tablas de surfing hizo la fila para conseguir el pase a la ceremonia de apertura.

Se escuchaba árabe, español, inglés y por supuesto, japonés.

Mi primera reacción es de orgullo por el surfing y la segunda, un poco más vanidosa con mis colegas es que pienso para mí mismo: “Qué lindo que a mí me toca cubrir el mejor deporte de los juegos”.

Y la tercera es definitivamente que el surfing hará que estos sean los mejores juegos de la historia.

Salgo corriendo para el estadio olímpico de Tokio.

Voy a ver si esta vez me sale bien el vivo que quiero hacer desde ahí, previo al comienzo de la ceremonia.

Luego, va a ser lindo ver a todos los surfistas mano a mano con el resto de los mejores deportistas del planeta.

En mi opinión, es un merecido reconocimiento: John John Florence baja y se desliza con gracia y fluidez montañas de agua. Merece este reconocimiento, al igual que los otros 39 surfistas que están aquí.

Estoy muerto del cansancio, estoy mentalmente sobrepasado, estoy un poco en shock; cada tanto me pregunto mirando alrededor: “¿Qué carajo hago aquí?”.

Como decía el gran Hunter S. Thompson en otro contexto en su novela Días de Ron, sus vicisitudes lo mantenían en acción… Las mías también.

No es menor mencionar que los lectores de DUKE Juan Pablo Barbé, Ana Cancelo, Martín Estévez, Mariana Ferriolo, Santiago Gueréquiz, Graciela Lorenzo, Santiago Silveira, Pablo Zunino y unos cuantos anónimos más colaboraron para que este viaje sea una realidad. 

Esto vale oro.
Comentarios: