La historia de la WSL y por qué se llegó a hacer esta tontería de las finales

Desde Ian Cairns a Dirk Ziff, de Rabbit Bartholomew a Erik Logan y todo lo que hubo en el medio


Erik Logan, que viene del mundo del espectáculo, es el CEO de la WSL. Foto de The Hollywood Reporter/Katz

Con el objetivo de profesionalizar el surfing, en 1976 el vicecampeón del mundo Ian Cairns creó la International Professional Surfers (IPS) y un circuito mundial que no dejó muy satisfechos a muchos, pero generó movimiento y reconoció a los mejores del mundo con prensa y dinero.

Como el común de los surfers no consideró suficiente los premios y las quejas fueron y vinieron, Matt Warshaw recoge en su Enciclopedia del surf que Cairns decidió ecuánimemente abrir la cancha y dejar que los surfers manden.

Con este movimiento se creó la Association of Surfing Professionals (ASP) y una de las primeras e inteligentes movidas fue que la sede cambie del lejano Hawái y tan al epicentro de la indiustria: Huntington Beach, California.

Se pasó de 12 eventos que pagaban $338,100 a un 1983 con 16 contests y cuatro torneos especiales más en Australia que totalizaban $487,900.

Entre las autoridades del tour estaba el propio Wayne Rabbit Bartholomew, el primer campeón, de los bronzed aussies, protagonista de Bustin Down the Door, quien se mantuvo hasta el final de lo que puede llamarse el mandato surfer en la WSL.

En entrevistas Rabbit ha dicho más de una vez que era un desafío ganar dinero con la WSL, que intentaron meter ejecutivos de alto nivel para negociar los contratos pero nunca fue tan fácil.

La fórmula de la WSL fue más bien organizar campeonatos con las marcas surfers que en su momento fueron bien fuertes (Quiksilver, Rip Curl, Billabong) e intentar conseguir apoyo (que venga de los ejecutivos de alto nivel) como Samsung, por ejemplo.

Ellos hicieron campeonatos épicos, mal o bien defendieron los intereses de los surfistas aunque claro, siempre hubo contras: Bobby Martínez fue uno, y por momentos Sunny García fue otro, por mencionar dos que más de una vez se pararon de frente.

Era una charla entre surfers y surfers y el líneamiento era claro: “El tour soñado”, “Mejores surfers en las mejores olas”.

Hubo sí, si se quiere discriminación a las naciones emergentes, en una protección exagerada a los surfers que están en la “A”, que pueden competir en la “B” y encima lo hacen con una preclasifación mucho más alta (que durante muchos años era hasta más alevosa).

Pero, más allá de todas esas cosas, fue claro que la justicia deportiva, si se quiere incluso: La justicia surfera importaba; el título se definía en Pipe, la reina de las olas, el recorrido por varias de las mejores olas del mundo era claro y la definición del campeón también. Quien combinara mejores resultados en ese circuito, ganaba el título del mundo.

¿Qué pasó para que se invente un mal armado, injusto y hasta tonto Super Bowl del surfing? ¿Qué pasó para que la WSL se convierta en un productor de realities tontos? ¿Qué pasó para que la WSL pondere más lo económico que lo deportivamente correcto?

Los surfistas vendieron la WSL a un millonario llamado Dirk Ziff en 2013. Hay quienes dicen que Ziff salvó al surfing y esto puede ser muy cierto porque con la debacle de la industria del surfing y una pandemia de por medio, se hace difícil creer que el circuito como existía habría sobrevivido, la antes ASP, WSL luego de Ziff, podría perfectamente haber dado bancarrota.

Es largamente sabido que Ziff no ha parado de poner dinero de su bolsillo desde que tomó las riendas de la organización.

Pero el problema más grande fue colocar ejecutivos que nada tuvieron que ver con surfing, o que poco tenían que ver con el mundo “core” o profesional del surf. El sitio sensacionalista Beachgrit se hizo un show con una foto de la encargada de Marketing, Beth Greeve con las quillas puestas al revés.

El primer CEO fue Paul Speaker y su sucesora fue Sophie Goldschmidt, que nada tenían que ver con surfing. Lejos estaban de defender los derechos de los surfistas y mucho menos de su justicia deportiva.

Luego llegó Erik Logan, un ex ejecutivo de Oprah Winfrey que primero fue presidente de Contenidos y Medios y luego pasó a ser CEO.

Logan, que el periodista Chas Smith escribió: “Eres un maldito Oprah-Hollywood kook a la Laird Hamilton”, anunció que dedicaría mucho a generar contenidos. De ahí vinieron todas las series y programas especiales, algunos mejores que otros.

Y de ahí también vino el reality en la piscina de Slater, y de ahí también vino el anuncio de las finales. En las que, sin vergüenza alguna, el presidente de una organización deportiva anunció que buscaría rating y no justicia deportiva.

Que en base a los números de rating, de la final entre Italo Ferreira y Gabriel Medina en Pipe, en la que en una sola serie se definió el título mundial, no podía no usar ese ejemplo para reaplicarlo.

Y así se generó esta tontería injusta de definir a un campeón de surfing, un deporte en el que la suerte juega un papel gigante en un solo evento. El mejor surfer del año va a ser el mejor surfer de Trestles en un día específico.

Se ha dicho antes aquí en DUKE: Este formato tiene patas cortas, va a durar poco porque, por más que hagan faltas los Bobbys Martinez y Sunny García, los surfers no lo van a aceptar. Ellos son los primeros en verse perjudicados por esta tontería.

Va a ser más difícil porque la organización no es más dirigida por surfistas, pero finalmente lo van a entender. La autoridad mundial del surfing profesional no puede existir sin la credibilidad de los principales protagonistas.

Pasando raya: El problema no es tener un millonario por detrás que pone plata; ¡eso es genial para la supervivencia del deporte! El problema es colocar en la dirigencia de una institución deportiva (por más que sea una sociedad anónima con fines de lucro) a gente que defiende el show, los clicks, el rating y la audiencia, por encima de lo deportivo.

Comentarios: